lunes, 14 de marzo de 2011

La tarde del Fin del Mundo


Creo que es como nos lo habían pintado en el Catecismo. El súbito pavor de la destruccion de todas las cosas: algo mas espantoso que la muerte colectiva.

Un anciano de tajadas facciones de piedra, un viejo sin edad con arrugas toscas de granito y mirada impasible, se estrujaba la rugosa mejilla en Fukushima como si fuera un puñado de lava maleable y decía: “Es imposible que haya sucedido. Tengo que pellizcarme para convencerme de que no sueño”.

Igual que las coloreadas imágenes de hule que colgaban en el encerado de la escuela: aquella hórrida confusión de fuego devastador, estallido de estrellas, y aguas desordenadas y montañosas desplazando edificios, peñascos, hombres y animales por los abismos del cielo y las simas del mar y de la tierra. Como antes de que Dios hubiese ordenado los elementos.

Al lado del televisor, en esta orilla del mundo, sollozaba una mujer: “Dios mío, no querría ver algo así aunque sobreviviese, porque sería como haberme muerto”.

El horror del ”tsunami” de Tokio –23 tokios para que la catástrofe fuese mas universal-- eran, mas que miedo, un milenarista terror sobrenatural. Y si fuésemos más piadosos, los templos estarían llenos de fieles demandando consuelo a la vista de este ensayo general del Fin del Mundo que estamos viviendo.

De un segundo al subsiguiente, el viernes dia 11 se desencadenó, sin señal alguna que alertase del peligro, un terremoto de grado nueve en la escala de Richter que provocó a los cinco minutos un “tsunami” catastrófico en la costa oriental de la isla de Kyushu, que afectó a las centrales nucleares de Fukushima, privadas de refrigeración por la avería del reactor y del fluido eléctrico que generan, lo que supuso un proceso de fusión de los reactores 1 y 3, uno de los cuales acababa de explotar. A estas horas ha estallada el segundo y no es posible hacer descender la tempertura de los restantes. La superficie afectada comprende 30 kms cuadrados y ya se ha liberado radiación al aire, en vista de que el flujo de agua salada no hace bajar la temperatura. Doscientas personas han sido aisldas y están siendo tratadas por la exposición radiactiva. Entre tanto se ha declarado el estado de emergencia en la Central de Onagawa en Miyagi y la pasada noche dos bombas de refrigeracíon de otra planta, en la prefectura de Ibaraki, esta presentando problemas.

Pero nada ha acabado todavía. Los “terretiemblos” no han cesado y sus intensidades no bajan de los 6/7 grados. Se habla de mil muertos y millares de desaparecidos, lo que no puede extrañar porque el mar ha borrado los vestigios de varias poblaciones de entre diez y veinte mi habitantes.

Escasean los alimentos y el agua, los supermercados exhiben carteles con lo que ya no queda; los militares y los voluntarios se multiplican buscando cadáveres, desescombrando y rescatando; los trenes –una red primordial dadas las distancias-- apenas pueden circular; pocos de los campos de aviación están operativos. El volcán Shimoedake (1421 m) ha entrado en erupción al sur, y en Fukushima advierten otra vez de nuevos seismos graves para dentro de cuatro días. Pienso que ya debe de ser hora de rezar.


Darío Vidal
14/03/2011

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