viernes, 25 de marzo de 2011

Occidente sin proyecto


Parece que es cosa de la maldita herencia de Occidente: la tendencia suicida a disgregarse que ha marcado el destino del Mediterráneo.

La Hélade fue incapaz de aglutinarse en torno a Atenas y la tentación centrífuga arruinó su futuro. Mas tarde se quedaron los romanos sin tarea al extinguirse el proyecto en que habían creído y carecer de imaginación para interpretar el nuevo reto que suponían las oleadas de extanjeros. Como tal vez ahora.

Los godos que pretendían refundar el Imperio, sucumbieron otra vez a la dispersión de las provincias. Y la penetración de los musulmanes en el 711 no hizo más que consagrar luego el caos de las taifas.

El inconsciente colectivo ha vivido siglos con la añoranza de “la Edad de Oro” de que hablaba Don Quijote, y en las dos últimas centurias hemos sufrido la pesadilla de un corso desmedido y ambicioso llamado Napoleón Bonaparte, y de un diabólico demente bohemio conocido por Adolf Hitler. Eran lo contrario del sueño de Solón y los siete sabios. Y el punto en que el ámbito territorial del Mediterráneo, vuelto Europa, se convertía en la abstracción llamada Occidente: un concepto en el que cabía América.

Sin embargo, esa globalizacion “avant la lettre” que nos ha llevado a padecer las peores pesadillas y extender el horror y la guerra a la esfericidad del planeta, podría cambiar ahora el rumbo de la Historia si la sociedad opulenta alejase la tentación imperialista, el egoísmo autista y la ceguera avarienta del cortoplacismo miope.

La cuenca meridional de la Mar parece haber despertado felizmente de su Edad Media y puesto al Hombre por encima de los fantasmas. Ojala. Dios lo quiera. Egipto, Túnez y Libia, aparte otros enclaves de Oriente, reclaman su derecho a decidir espoleados por el auge de la comunicación, el desperezo feminista y un estilo de vida en que es posible discrepar sin enemistarse.

Mas ese despertar ha cogido a Occidente por sorpresa y acaso sin proyecto, porque hace mucho tiempo que los mercaderes usurparon su lugar a los filósofos y no entienden más que de cuentas de resultados. Así es que la señora Merkel, que se enfangó en Kosovo por otra Gran Alemania, no quiere comprometerse con Libia, sin entender que esa es la verdadera apuesta de Occidente. La única que pudiera redimir a Estados Unidos del pasado, evitando un liderazgo viciado por su actuación en Oriente Medio. Tal vez si renuncia a asesinar al asesino y salvaguarda los derechos del Hombre sin ejercer ningún protectorado, la comunidad internacional pueda recuperar la confianza perdida y deje a Al Qaeda sin la coartada del Islamismo, mientras Occidente alumbra un nuevo proyecto ajeno a la dominación y la rapiña. Ojalá. Dios lo quiera.


Darío Vidal
25/03/2011

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