sábado, 26 de marzo de 2011

Sin brazos de gitano


Puede que haya demasiados funcionarios. Los funcionarios suelen ser oficinistas sin función que se dedican a hacer crucigramas, elaborar quinielas y proyectar puentes --“¡coño, en marzo hay uno de cuatro días...!”--, que son ocupaciones honestas para combatir el ocio.

A sus “capataces” les sucede lo mismo y se esfuerzan en tenerlos ocupados para evitar la desmoralización de la tropa. Les sucede lo que a sus jefes. Pero en vez de adecuar los trabajadores al trabajo, tienden a engordar la plantilla, contraviniendo la teoria de los fisiólogos cuando sugieren que “la función crea el órgano”. Así es que, como hay quién lo haga, hay que hacer algo.

El otro día me enteré por unos amigos catalanes del contenido de una circular de la Generalitat para los dueños de restaurantes, bares, cafeterías, casas de comidas y tabernas, que revela, además de su mala conciencia con “lo diferente”, el propósito de tener ocupados a los otros y controlarlos sin permitir espacios de libertad, cabreando de paso a los restauradores y a los contribuyentes de infantería. Todo para demostrar que hacen algo.

Vean: en la normativa se prescribe que desaparezcan de la carta de los restaurantes y del recetario gastronómico el “arroz negro”, el “brazo de gitano” y las referencias al maíz, porque se llama en catalán “blat de moro” y puede herir la sensibilidad de algunos. Por esa vía se puede conmover la solidez del léxico y ampliar el abanico de los agravios si algún inmigrante ilustrado descubre que el pavo se llama “galldindi”, o sea “gallo de Indias”.

¿Puede ofenderse alguien por homenajear a un dulce con su nombre? Si alguien fuera tan estólido como el autor o el inspirador de la circular, le sugeriría que cambie el nombre del brazo de gitano por el de “brazo de payo”, el del arroz negro por el de “arroz subsahariano” --y averigüe a qué etnia pueda referirse--, y el de “blat de moro” por “trigo magrebí”.

No va a haber quien hable sin sentirse culpable. Porque si sumamos a ese brote paranóico y persecutorio los caprichos léxicos de nuestros “ñaños” hispanoamericanos habremos de proscribir la palabra “concha” o “chepa” para que los argentinos o los ecuatorianos no crean que quiere decir “coño”, y nos quedaremos como tullidos al no poder “coger” nada, para que nadie piense que queremos “joder” un autobós o el metro --¡menuda mentecatez de equívoco!--. Va a ser cuestión de restituir el higienico joder, cagar, y coño, y dejarse de pamplinas, anfibologías, sinónimos, e hipocresías de ursulina.

De, otro modo, tendremos que llamar Marcelino Mezquitas al presidente Iglesias, que ya quiso alterar el escudo de Aragón para no ofender a la morisma. ¡Santo Dios!

Darío Vidal

26/03/2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario