viernes, 20 de mayo de 2011

Incógnitas de Bin Laden


Tres de cada cuatro estadounidanses están de acuerdo con la política exterior de Barak Obama, por el asesinato de Osama Bin Laden. Lo que es a mi juicio una decisión sobrecogedora.

No soy de los que utilizan el papel de fumar para asir ciertas cosas. Me repugnan los melindres hipócritas de los demócratas al uso. Pero dado por sentado que hay que desactivar con urgencia a los agentes del crimen, pienso --procurando no dejarme llevar por la pasión visceral-- que la captura de los inspiradores del terror debería exigir más sosiego. Nadie tiene que albergar la menor duda sobre cada fase de la pesquisa y la detencion de los “capos” de la banda. Y aquí no sabemos ni qué fue de los tripulantes del cuarto helicóptero de rescate. Ni qué sucedió en la Academia Militar paquistaní ante el rugido ininterrumpido de los estrepitosos rotores ni durante el asalto que tampoco sería silencioso. Y nadie explica tampoco la falta de respuesta al ataque de los “marines” ni la carencia de reacción a los registros, los disparos y la evacuación de los cadáveres.

Parece haberase confirmado que no hubo resistancia, en contra de lo que se había dicho en los primeros momentos, lo que se aviene más al propósito expresado por el lider de Al Qaida al periodista Addel Bari Atwan del diario “Al Quds al Arabi” en 1996, decidido a inmolarse como mártir del Islam. Iniciativa que podría despojar de crueldad y de culpa al comando del SEAL, que no podría haber cometido el asesinato si el jefe de los guaraespaldas yihadista Abu Jandal, tuvo tiempo de cumplir la encomienda de Bin Laden y dispararle los seis tiros con que él mismo había cargado la pistola especial que le puso al cinto.

No quiero exculpar a nadie, pero ésta sería la menos nociva de las mentiras. Si un comando horrorizado e incontinente se tomó la licencia de asesinar al dirigente de Al Qaida por miedo o por la recompensa, prestó un mal servicio a los suyos y a todos aquellos que, sin serlo, tenemos sangre, cabeza y corazón.

Cuesta mucho creer que un personaje que ha atemorizado al mundo y puesto en jaque a ejércitos y policías, haya sucumbido después de un largo seguimiento de meses, sin ser detectado por los suyos, tras haber burlado el “blindaje” concéntrico y minucioso de sus escoltas, colaboradores, “vecinos” y ojeadores sobre el terreno. Aún no nos lo creemos. Aunque a decir verdad, hubiésemos preferido una captura con garantías policíacas y procesales, a este “golpe de mano” de un comando a lo James Bond.

Veremos si es cierto. Y qué futuro nos nos va a deparar el azar, su asesinato y la profanación de su cuerpo arrojado al mar.


Darío Vidal
03/may/2011



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