jueves, 21 de julio de 2011

A vueltas con la corbata


El amigo de ZP y ministro de Industria Miguel Sebastián, es un tipo de carácter aunque no se note, que ha tenido este año un segundo rifirrafe con el presidente del Congreso Jose Bono a cuenta de la corbata. Y ha dicho esta vez que no va a ponérsela, se lo diga Bono o se lo mande el emperador del Japón, aunque resulte menos castizo que el Archipámpano de la India.

Aduce el caluroso industrial que el aire acondicionado no basta para mitigar su sofoco canicular y aunque el año pasado terció en el conflicto su propio “principal”, como Zapatero está amortizado y devaluado, este se ha adelantado advirtiendo que a él no le pone la corbata nadie.

No se qué es capaz de sacrificar y cuánto es capaz de sacrificarse un individuo capaz de provocar una sedición por corbata de más o de menos. Pero este tumultuoso “obrero español” no debe ser ni percibirse como “socialista” si no siente la elemental solidaridad de clase con todos los funcionarios, los ordenanzas y los ujieres que trabajan encorsetados y encorbatados.

Es cierto que tampoco ha dado la talla casi nunca, aunque el ejemplo es la mas elocuente prédica y nadie es capaz de mandar si no es superior a sus subordinados y sus iguales. Cuando tuve la mala suerte de pasar por el Ejército –porque entonces se hacía una cosa que llamaban “la mili”-- vi cómo un cabo se repartía el rancho en unas maniobras con dos compañeros desfallecidos, y como un oficial de Caballería cargaba a un muchacho herido en el pie para seguir la marcha, y como un artillero –Solé Barba se llamaba-- se excedía empujando camiones mientras consolaba a los más débiles, y un Infante rechazaba la montura que le brindaban hasta que no tuvieran todos caballo. No sé qué habrá sido de ellos, pero con todos me hubiese apuntado a un bombardéo; mientras que con Miguel Sebastián yo no iría ni a recados. Aquella gente se excedía porque tomaba la vida como compromiso y como empeño colectivo, más allá de la disciplina impuesta y coactiva. Un jefe que yo tuve exigía la chaqueta a los informadores descamisados si iban a trabajar con políticos, diplomáticos o personas “trajeadas”, por cortesía y en solidaridad con su posible incomodidad, pues también ellos tenían calor y trabajaban.

Cuando oigo que un ministro se enzarza en un motín por corbata de más o de menos tomando como pretexto el calor, con la que nos está cayendo desde Europa y la tarea que tenemos en casa, pienso que tiene muy poco trabajo. Y en una virtud, ahora en recesión, que comprendía la entereza, la suficiencia, la tenacidad, la integridad, la audacia, el coraje, la prudencia, el valor, la dignidad, la firmeza y la ejemplaridad. Se le llamaba capacidad de liderazgo y está fuera de catálogo.


Darío Vidal

21/07/2011


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