jueves, 11 de agosto de 2011

El zuquerero de Codoñera


Imaginen el gozo de encontrar un manuscrito, un texto inédito y concluso, aquí y ahora. Valoren el hallazgo de un documento así a estas alturas de la película. Supongan la sorpresa que ha significado descubrir en pleno Bajo Aragón, un recetario esmerado y completo de confitería, licorería, pastelería y heladería, después de tanta guerra, tanto incendio, tanta ruina y tanta devastación. Parece un milagro para anudar la vida con la vida y hacer patente, con este feliz descubrimiento, que hay que allanar las dulces horas de concordia más allá de los momentos de amargura, que vienen sin pensar.

Ese es el mensaje de este libro precioso –preciado y apreciable-- que escribió el confitero de La Codoñera Francisco Molíns y Burguera el año 1841, mas concretamente el 17 de febrero, que debió ser cuando lo acabó.

La minuciosa labor de coordinación, ordenación, redacción de parte del texto sobre los dulces en La Codoñera en que ha participado Miguel Sanz así como la edición, tan decisiva como la determinación de salvar este curioso recetario monográfico de gastronomía lúdica, fue empeño perseverante de Javier Bel que tan vasta labor realiza en todos los ámbitos y José Ramón Molíns, a los que cedió el original su propietaria María José Gascón para publicarlo con un interesante estudio preliminar de la profesora de la Universidad de Zaragoza Carmen Abad-Zardoya.

Todos ellos han dado testimonio de amor a la tierra, de cultura y de abnegación. Hemos dejado atrás aquellos tiempos en que los documentos eran papeles para envolver la carne o enmendar deyecciones, los libros cosa de beatos, y los objetos que no fueran por lo menos de plata, "zarrios” que no servían para nada. No he olvidado nunca a cierta abuela que regañaba a una niña que quería un tebeo: “Calla, simple; más vale una chulla de jamón”.

Dando gracias a Dios, también han cambiado las cosas para bien.

Hay que agradecer asimismo a los beneficiarios de ese cambio de sensibilidad, que nos permiten ediciones tan bellas y cuidadas como ésta del maestro zuquerero que nos da a conocer casi sus inclinaciones y carácter, merced a la grafología que las delata, si no fuera por el copista, y el buen gusto de los coodinadores que han mantenido incluso la espontaneidad de los trazos y la frescura de su caligrafia en una edición facsímil.

En cualquier caso les encarezco este “Libro que trata de la facultad y oficio de Zuquerero, resolís, helados y otras cosas, para el uso de Francisco Molins y Burguera de Codoñera” que se presenta el domingo en su pueblo, aunque cabalmente la voz zuquerero no aparezca definida ni en el diccionario de Cobarrubias de 1611 ni en el de Autoridades de 1726. Si bien no es difícil maliciar que si “zucchero” (zúquero) es azúcar en italiano, zuquerero debe ser una corrupción hispánica de azucarero, o el que anda con azúcar, que es lo que hacía con sus confites, peladillas y pasteles el maestro Molíns de La Codoñera.


Darío Vidal
11/08/2011



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