sábado, 6 de agosto de 2011

Subir cuesta abajo


Decimos en Aragón que “para las cuestas arriba quiero mi burro / que las cuestas abajo yo me las subo”. No se trata de una “boutade” de rústico sabio, sino de un principio de discreción elemental frente a los gandules sin fantasía y los impostores indolentes capaces únicamente de subir cuesta abajo, que es lo poco que saben hacer bien los inútiles.

El momento de Europa es de horas bajas y este Continente que ha dado grandes hombres en otras circunstancias, exhibe ahora monigotes de trapo que no sirven ni a las brujas para clavar sus alfileres maléficos; no hablemos ya de nadar contra la corriente. A nuestros representantes les fascina que les rindan honores, que les abran las puertas de las limusinas y decir obviedades en los brindis de las cenas de gala en las cancillerías, o sea “subir cuesta abajo”. Pero son incapaces de “bajar cuesta arriba” porque no son líderes de cabeza clara, ideas nítidas, prudencia medida y arrojo mesurado pero resuelto, como aquel político de una pieza llamado Winston Churchill. Aquí y ahora nadie parece aceptar el reto ni asumir el riesgo de superar la Europa decimonónica de las naciones. No saben más que copiar las viejas patrias pero haciéndolas “más gordas” y menos transitables. Y no era eso, amigos, no era eso.

Entre los indicios del fracaso de esta idea, podemos anotar la torpe somnolencia de los serviolas de esta nave en que nos sentíamos suguros, pero que no han atisbado la crisis ni a babor ni a estribor. Paralizados por el asombro, sufrieron la misma estupefacción que la marinería ignorante. Y todos los territorios de esta Europa mal cocida se retrajeron o emboscaron mirando para sí y como si aquello no fuese con ellos. Pero en una sociedad globalizada, aunque excluyamos por poco tiempo el Asia mas profunda, no está nadie a salvo de estos avatares. Y más si el mezquino valor del dinero se impone a todos los Valores, como semilla de la mediocridad.

Ahí tenemos a todos los jerarcas monetarios europeos, desde la pobre Elena Salgado que no pasaría de ser una consejera de provincias, al difunto Strauss-Kahn herido por un complot provinciano de ursulinas, o la rapacidad miserable de Chistine Lagarde –de soltera Chistine Madeleine Odette Lallouette-- promoviéndose a la sucesión de la cúpula del FMI mediante todas las artes, subiéndose además su modesto sueldo y dotando de subvenciones a su compañero en su calidad de consorte como una provinciana, que por cierto está siendo investigada por abuso de poder al favorecer al empresario Bernard Tapie en la venta de “Adidas” el año 1993.

¿Y el Banco Cantral Europeo? Pues muy bien, gracias. Como su presidente Jean Claude Trichet, que podría haber sido de cierta utilidad para Italia y España por una vez, y los ha dejado al pie de los caballos. Hay tanta amistad y tanto compromiso ¿verdad usted?



Darío Vidal
06/08/2011

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