martes, 30 de agosto de 2011

Estilo Mouriño


Estilo Mouriño. Tan creyente él, tan católico él, tan despiadado él. Tan rencoroso, vengativo, enconado, provocador e iracundo, que no se conforma con menos que la aniquilación del contrincante. “¡Vae victis!” --decían los legionarios de Roma, que no eran deportistas ni pretendían ser deportivos. ¡Ay de los vencidos!

Si el comportamiento de las personas está impregnado de pensamiento y creencias, es difícil imaginar las actitudes de este entrenador piadoso. Nadie duda de que el deporte es competitividad, esfuerzo, superación y lucha. Mas si dejarse vencer por el contrario podría calificarse como una deslealtad al equipo y una traición a los colores, nadie dudaria en manifestar que las goleadas, las palizas y la humillación del adversario constituye una ruindad impropia de la deportividad que se le supone a un deportista. Un caballero no se ensaña con los vencidos, del mismo modo que un boxeador no se ceba con el competidor que no acaba de caer pero no responde al castigo y tiene la mirada perdida. Se trata de triunfar pero no de aniquilar al adversario. Porfiar en buena lid no es enterrar al que pierde. Vencer no es derrotar. Ganar no es humillar.

No somos santos, y, aunque no esté bien, puede entenderse que el que termina imponiéndose, se exceda en cierta medida castigando al vencido impertinente que ha insultado, zaherido, despreciado, u ofendido al rival, cosa que tampoco es digna de aplauso. Pero crecerse ante el humilde, el que no sabe o el que no puede, no solo es antideportivo: es una vileza.

Claro que nadie es una hermanita de la caridad y entre iguales se puede llegar a esas confrontaciones en ocasiones crueles. Bien estan esas luchas de poder a poder o en los llamados “derbys”. Pero cuando se compite entre desiguales, parece razonable que, el que pueda, se garantice el triunfo con un tanto o los que estime suficientes para cubrir la eventualidad de una reacción del contrario; pero hacerlo para poner el pie sobre el cuello del humillado no tiene nada de deportivo.

Sin embargo el Madrid de Mouriño propinó un correctivo de seis goles a cero, a un Zaragoza que, por otra parte, no ha merecido ni mereció ascender de categoría con esta trayectoria y esta directiva. Pero ayer el Barcelona de Pep Guardiola descabaló, estimulado por la victoria del Madrid, a un club competitivo y luchador como el Villarreal que tiene muy poco que ver con la apatía "baturra" por cinco a cero.

Mouriño, capaz de despertar la rivalidad mas innoble y meter el dedo en todos los ojos porque no gana en dos temporadas, y de enfrentar a las dos pimeras aficiones de España sin pensar en sus consecuencias, puede promover una lucha de rufianes por mor del “golaverage” en detrimento de la deportividad.


Darío Vidal
30/08/2011


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