lunes, 22 de agosto de 2011

La "tournee" de Dios


Enrique Jardiel Poncela, el genial homorista que cometió el error de nacer en España, escribió una novela hilarante sobre una supuesta “tounee” de Dios –un ancianito humilde y modesto con un guardapolvo de droguero-- antes de los sucesivos viajes por España del Pontífice de Roma. Y, sin pensarlo, hizo un poco lo que Julio Verne se propuso con la ciencia-ficción. Jardiel hizo preguntar y responder muchas cosas a Dios, y aunque nosotros no lo tenemos a mano, también nos complacería formular algunos interrogantes, por lo menos al Papa.

Como será difícil la entrevista, estoy pensando escribir un opúsculo que le abra paso, cuyo sumario provisional sería una cosa así:

Seminaristas diez puntos abajo en diez años.

Los que estaban y no eran, frente a los que eran y no estaban.

El hambre de trascendencia, ejemplaridad y mitos: algo en que creer.

Los hombres de Harrelson enmiendan a la Providencia.

Los Protocolos de Sión: líderes que parezcan no temer a la muerte.

La Vigilia Papal: entre el sacrificio y el sacrilegio.

Contradicciones insuperables del Dogma.



No voy a desvelar el contenido de mi trabajo porque comprenderán que no soy tonto y he de negociar con los editores, pero al buen entendedor le basta con una insinuación y pienso que siguiendo el índice esbozado, seria posible escribir varios ensayos, lo que supondría ampliar el proyecto con diversas perspectivas enriquecedoras. Anímense y vamos a ello.

Desde un plano inferior a la Teología y la Teoría de la Religión, yo le preguntaría al Rey por qué ha perdido el humor y el paso, además de por su dolencia de rodilla, y si tiene algo que ver con la displicente lejanía con que Letizia se condujo en la última vigilia papál.

Cuando alguien es agnóstico, debe costar lo suyo prosternarse ante un representante de Dios. Pero así es el juego. Y nadie le mandó meterte en berenjenales si no le gusta. Una “profesional”, como dijo el Monarca de la Reina, debe comportarse como su suegro, que es capaz de sonreir con cordialidad incluiso a quien quería darle dos tiros. Nobleza obliga.

No tendré tiempo de glosarlo todo, pero me parece despreciable que unos tenebrosos gorilas de negro, empujen, aparten, agarren y arrastren a la mansa grey de los fieles. ¿A qué ese alarde? El “papamóvil” ya me parece un mentís a la Providencia. No solicito pontífices mártires pero sí les pediría un punto de fe. El miedo de los descreídos hace vulnerables a los dirigentes. Hace muchos años encontré en un baúl un librito titulado “Los protocolos de los sabios de Sión”. Lo perdí, como las notas que tomé. Pero recuerdo que la “intelligentsia” sionista detestaba los alardes. Al jefe no cabía más que amarlo. Y su custodia era sigilosa, secreta e imperceptible.


Darío Vidal

22/08/2011



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