sábado, 27 de agosto de 2011

Parábola del Rey Midas


Algo no anda bien cuando nos sorpende la ecuanimidad de la Justicia o aplaudimos a quien devuelve el dinero que otros perdieron. En otro tiempo nos hubiesen parecido compartamientos normales. Ahora no lo son.

Pero lo que se me antoja un comportamiento insólito –y lo afirmo sin un ápice de ironía-- es que dieciseis grandes empresarios franceses aboguen por contribuír con impuestos especiales a las cargas del Estado en lugar de encubrir sus beneficios como hacen el noventa y nueve por ciento de sus colegas (y los nuestros).

Que quienes se dedican a mejorar el rendimiento de sus negocios y a incrementar sus beneficios, no se esmeren en borrar el rastro de sus plusvalías aunque sean lícitas, me parece sorprendente. Y que alguien tenga ese rasgo de generosidad y la sensibilidad para percibir que la justicia distributiva no deba confundirse con la caridad, me ha dejado, como dirían los moralistas cristianos, muy edificado.

A lo mejor está produciéndose el milagro que se anunciaba esta primavera haciendo brotar casi espontáneamente el fruto de la cordura en las costas mediterráneas del Magreb islámico, o gestando el debate sosegado y en paz en las cuatro esquinas de la Puerta del Sol, como en una Atenas soñada, para prender en otros puntos de Europa mediado mayo, “sin que nadie sepa cómo ha sido”.

Este siglo hemos aprendido con la caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS, la aproximación de la China, el fracaso de la irracional dialéctica terrorista y la quiebra de tantos mitos, embustes, fantasmas y estereotipos, que tal vez se avecina un tiempo nuevo y que a este otro lado de la orilla donde se alzó una barrera, la gente alta o baja, izquierdosa o derechosa, vindicativa o moderada, exaltada o resignada, está tomando conciencia de que solo se hace camino al andar y nadie es ajeno a los otros destinos porque vamos en el mismo barco.

Acaso los que moraban al otro lado, han reparado en aquello de que el aletéo de una frágil mariposa en este hemisferio desencadena un huracán en las antípodas. Por fortuna, unos empresarios franceses de nuestros dias han aprendido de Sartre que “todos somos culpables” y que en este satélite llamado Tierra si no nos salvamos todos, nos condenaremos todos. Ya ven el pánico que se ha desencadenado en EE.UU en vista de que “Irene” puede amenazar a Washington y a Nueva York en las últimas horas, sin tener en cuenta para nada que estas megalópolis no ofrecían hasta ahora ningún riesgo estadísticamante hablando. Pero ya vemos que ante la rapacidad y la agresión globalizada contra la Naturaleza, nadie esta a salvo de una airada respuesta del Planeta, que también es global.

Docena y media de grandes empresarios franceses, penetrantes y sagaces como otros tantos premios Nóbel, se han llegado a advertirnos que el que más puede más debe, y que nadie esta exento de compromiso. Por motivos mucho menos trascendentes concede Francia la Legion de Honor.

Puede que ser mejor persona, mas comprensiva, compasiva, solidaria y cooperadora no sea tan dificil y aporte, además, un plus de serenidad, de paz y de alegría que no tienen parangón. Aunque nuestra cortedad nos haga suponer que ganar menos dinero va a comprometer nuestra dicha con el cálculo avariento, cortoplacista y miope del usurero, como quien tuviera tres vidas, quince estómagos y todo el tiempo diponible.

Menos mal que una élite minoritaria y decidida de millonarios beneméritos, ha entendido la lección del opulento Gaddafi huyendo sin tener a dónde huír, aplicándose la parábola del Rey Midas, pobre y hambriento en su palacio de oro.


Darío Vidal

27/08/2011

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