martes, 13 de septiembre de 2011

El profesor Termes


No se despidió ni anunció su partida que yo sepa. Pero me he enterado de que el rebelde, el inconformista, el libérrimo, el independiente profesor Josep Termes Ardèvol ha caído en la brega cotidiana el pasado día 9 de septiembre del mal que ya acuñaron los romanos, dejando la mella, la huella, el vacío de una existencia tan fructífera como difícil de sustituir. Algunos juzgamos mal su silencio a la convocatoria de un encuentro de compañeros de curso, y parece que prefirió pasar por desatento a revelar que estaba ya muy enfermo y carecía de plazos porque competía contra el tiempo para terminar su última obra, la “Història del moviment anarquista a Espanya (1870-1980)”, terminada y editada hace unos meses ya en 20011.

Termes, intelectual insobornable y riguroso, opinaba que su oficio no le permitía la politiquería pese a haber militado un tiempo en el Partido Comunista donde divergió con Manuel Sacristán. Y aunque nadie está exento de cometer errores e incluso de dejarse vencer por las razones del corazón que él tenía inclinado del lado de su natal Cataluña, hizo un sincero esfuerzo de independencia de criterio y rectitud para no errar ningún dato, por nimio que fuera, susceptible de comprometer su análisis.

La vida nos separó al salir de la Universidad, yo un poco antes porque se demoró algún tiempo cursando dos años de Farmacia antes de recalar en Historia, pero compartimos antes ocho años de colegio y unos meses de angustia porque en aquellos terribles exámenes casi de oposición con pruebas escritas y orales con tribunal de cinco miembros en Reválida de séptimo, que aprobaron doce de los catorce alumnos presentados en junio y que nuestros preparadores juzgaron un éxito, los dos suspensos eramos precisamente Josep y yo. Así es que hasta estas fechas septembrinas vivimos temerosos de quedarnos de “chicos de los recados” para siempre, si no aprobábamos. Y nos encontrábamos a todas horas, llambamos por teléfono y nos hacíamos preguntas de concurso con más miedo que alma.

Estábamos ambos lejos de suponer que íbamos a sobrenadar este piélago con cierto éxito y que él iba a ser catedrático universitario, fundador de prestigiosas revistas científicas, autor de tantos libros de texto y ensayo y que iba a obtener la “Creu de Sant Jordi” (1999) y el “Premi d' Honor de las Lletras Catalanes” (2006). Entonces éramos felices con los regates en el patio de recreo emulando a Kubala --yo menos porque me burlaba siempre-- y yendo al cine de sesión continua furtivamente para ver “pelis” de vaqueros, y recibiendo los coscorrones del bondadoso e irascible padre Cortadellas en clase de latín y aburriéndonos con las hiperbólicas hazañas del “theacher” señor Corominas “justito” cuando vivió en Panamá. Y Termes se entretenía midiendo a dedos lo que le faltaba para llegar del sillón al suelo.

Si esperas, Pep, el cielo en que no crees, te lo deseo como aquellos días compartidos. Aguárdame.




Darío Vidal
13/09/2011

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