domingo, 25 de septiembre de 2011

La dignidad de dimitir


Los miembros del Consejo de RTVE que hace unos días se propusieron acabar con la libertad de prensa, deben dimitir. No basta con sacar el pie del charco como si no pasara nada. El liberticidio no es un error, es un crimen. Y eso lo sabe bien quien urdió la fechoría, que ya impidieron tiempo atrás Luis Fernández y Alberto Oliart cuando ostentaron la presidencia.

Esta conjura contra la democracia y el derecho a la información en libertad que habría arrastrado a todos los medios informativos siempre amenazados, es obra de una periodista con treinta años de experiencia en TVE que no puede alegar ignorancia, como Rosario López Miralles, apoyada por sus correligionarios del PP Jesús Andrés, Manuel Esteve y Andrés Martín, a los que se sumó Josep-Manel Silva de CiU. Todos ellos deben dimitir --aunque ya es tarde-- porque los ha cesado multitudinariamente la sociedad española. Pero ellos no se van porque dicen tener derecho a ver las escaletas, a conocer los contenidos y a supervisar el trabajo de los periodistas. Y no es cierto. Los profesionales son los únicos responsables de unos contenidos veraces y plurales, sin que nadie fisgue en lo que escriben o hablan, ni mediatice su trabajo, ni les intimide con “comisarios políticos”. Una cosa que no puede ignorar doña Charo.

Los consejeros señores Teresa Aranguren de IU y Santos Miguel Ruesga de UGT fueron los únicos que votaron en contra de la propuesta de los populares y los que en rigor merecen continuar dignamente en su puesto. Héctor Maravall de CCOO dimitió al percatarse del alcance de lo que habían decidido, y Miguel Angel Sacaluga y Mari Cruz Llamazares del PSOE, asi como Francesc Bellmunt de ERC se abstuvieron. Ellos sabrán lo que deben hacer, supuesto que lo sepan, porque ya son adutos.

Sorprende que el mandato de todos ellos haya expirado aunque parecen dispuestos a sacrificarse para no crear un vacío de poder. No hay que pensar que lo hagan por los asesores, las secretarias y las “visas-oro” de que gozan cada uno, además de los ciento veinte mil euros anuales aunque sea una bonita cantidad. Pero quién piensa en eso.

Lo que llama la atención es que unos y otros se han retractado de su decisión porque reconocen que en plenas elecciones no es el momento oportuno. Ello sugiere que volveran a intentarlo. Y que han dado el paso atrás no porque hayan entendido que era lesivo para la sociedad y la democracia, sino porque la gente se lo ha tomado como una ofensa. O sea que no los ha movido la contrición por su ofensa a Dios, sino la atrición por no caer en el Infierno, como diría un catequista.

Julia Navarro escribe con razón en “Siglo XXI”, que “ningún político se siente cómodo con la libertad de expresión”.


Darío Vidal
(De la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis y la Academia Aragonesa de Gastronomía)

25/09/2011

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