domingo, 18 de septiembre de 2011

Onanismo motorístico


No adivinarían donde estoy. Me muevo por Alcañiz, la ciudad –ciudad desde 1652-- en la que un grupo de entusiastas capitaneados por el doctor Joaquín Repollés inició una aventura “descabellada” como crear un circuito automovilístico urbano siguiendo el trazado perimetral del meandro que ciñe el río en que se asienta la población.

El objetivo era inventar, sin un duro pero con todo el entusiasmo del mundo, el Gran Premio Ciudad de Alcañiz que rodó todos los meses de septiembre los 3.900 metros del llamado “Circuito Guadalope” desde el año 1965, hasta convertirse en “Ciudad del Motor” y finalmente “Motorland”. Un lugar en cuya tribuna debiera rendirse homenaje al ilustre pionero, para que el bronce presidiese su labor. Del mismo modo que el aragonés Carlos Gracia, presidente “vitalicio” de la Real Federación Española de Automovilismo, responsable de las dificultades y la arbitrariedad que estuvieron a punto de terminar con el Circuito el año 2000, debería recordar siempre los abucheos que le dedican los aficionados cuando accede a la pista.

Por él hubiesen quedado en nada los cuarenta años de terca constancia de los alcañizanos que siguieron solicitand apoyo, ayudas, subvenciones y transportando el material como podían a traves de las calles, montando y desmontando tribunas, trazando vías de escape, cercando “paddocks”, atornillando y destornillando una por una los miles de tuercas de los 7.800 metros de guardarraíles adamas de gestionar el evento multiplicando sus tareas.

Unos hombres que han merecido, aunque se la hayan ganado, la compensación de este circuito ahora ya profesional, a orillas de “La Estanca” y en un yermo impresionante al otro lado de las huertas.

Ha sido una árdua, una dura, una tenaz conquista, mucho más difícil de arraigar que la tradicion de “Los Tambores” de Semana Santa ideados en 1678 por el canónigo cuaresmero de la Colegiata de Santa María la Mayor, fray Mateo Pestel de Alcañiz, o la de “El Vencimiento del Dragón” con el descomunal mostruo en pugna con San Jorge y sus caballeros el 23 de abril, que era cuando los hortelanos declaraban su amor a las muchachas con un “Ramico de Bienquerer” hecho con humildes flores silvestres. Porque para que las iniciativas de hoy se consoliden en tradiciones, hace falta no sólo la adhesión de los vecinos y más próximos, sino apoyo oficial y dinero.

Por eso tal vez, al compartir las devociones con los que las observan desde fuera, es más fácil caer en comportamientos “heréticos” como el de los “moteros” que no corren en la pista y se refugian en las calles para hacer rugir sus motores sin rodar, hasta la estridencia, hasta el dolor, hasta el delirio, mientras vierten sustancias inflamables en el escape para provocar estallidos y llamaradas. Yo les diría que rechacen el onanismo y el miedo y que “lo hagan” de verdad.


Darío Vidal
18/09/2011

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