martes, 22 de noviembre de 2011

El Dia del Juicio Final



No soy lider de opinión ni tertuliano radiofónico. Así es que no me ha dado nadie vela en este entierro. Aunque otros entierran peor que yo, modestia aparte.

Péro déjenme, si les parece, un huequecito para opinar en el día del Juicio Universal, porque no caeré en el ridículo grotesco y ñoño de solicitarles ningún “mimito” a ustedes, que me parecen personas críticas, cuerdas y con fundamento, como se los pedía Rubalcaba el Alquimista a esa enviada de Marte y de la Guerra que es la Carme Chacón (o mejor “Xacó” como la habría llamado don Jordi Pujol cuando pretendía catalanizar los apellidos) mientras el resentimiento les unía hasta el amor y la caricia, poco antes de los comicios, en el vacío de la soledad que se experimenta en los exámenes finales, y suporgo que el día del juicio Final por la tarde. “Carme, fes-me un petó que tinc por”. No pueden ustedes imaginar el tétrico desamparo de los políticos en el huerto de los olivos cuando saben que se acerca la pasión de modo irremediable y nadie tendrá piedad de sus caídas.

El día 20 al atardecer –a esa hora que los memos posmodernos llaman en España “tardenoche”-- tuvimos tiempo de intuir el terror de último acto de tragedia griega, cuando el arrogante Rubalcaba el Alquimista, el que ha estado manejando los hilos del guiñol de la Moncloa hasta entonces con el mas impúdico cinismo, se encontró abandonado a su suerte al tiempo que sonaba el veredicto de la Historia.

Miraba alrededor, buscaba un rostro amigo, un gesto de ayuda o una mirada de aliento y no encontró en el salón de las solemnidades más que caras extrañas, faces desconocidas de fontaneros y electricistas que repetían “Ru-bal-ca-ba, Ru-bal-ca-ba...” como una afrenta, como una burla, como un insulto exasperante que intentaba borrar manoteando (“¡Escuchad, escuchad...!”) sin que nadie le atendiera. Porque del mismo modo que él quiso enterrar en vida a aquel tonto útil/inútil que dicen que un día fué presidente del gobierno hace muchos, muchísimos años, los que tuvieron algo que ver con él decidieron emparedar al candidato frio e insepulto. Si no fuese por el patetismo del momento –como el de la solicitud desesperada, urgente y casi procaz de “mimitos” unas horas antes-- daría mucha risa comprobar cómo Dios, la gente, el diablo o el destino, se vengan de la traición y la maldad de los réprobos.

Zapatero ninguneado y omitido, ha pasado hundido en el ridículo su calvario estas semanas difíciles de olvidar. Y ahora Rubalcaba, que se ha reído de quienes subsistían con sólo dignidad y su trabajo, y espigan ahora desperdicios en los basureros; que insultó a quienes creyeron desesperados que “él sabía como salir de la crisis”; que ha mentido una y otra vez a los ciudadanos y que ha negociado con Batasuna, Bildu y Amaiur para colarlos como polizanes en una bodega que puede estallar, va a purgar su felonía.

Ha llegado ya la hora del Juicio Final.


Darío Vidal


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