sábado, 19 de noviembre de 2011

Regeneración


Basta ya de desgobierno, de improvisación y de desorden; basta de hacer “como quien hace” por no saber qué hacer; basta de ocurrencias substitutorias para no hacer lo que la sociedad demanda; basta de perder el tiempo en sandeces cuando los ciudadanos esperan soluciones; basta de idear problemas inexistentes para no acometer los que nos asfixian.

Ayer sonó la hora de la regeneración, el rigor y la responsabilidad, si no han vuelto a mentirnos. Hora de no distraerse en si los reciennacidos se inscriban con el primero o el segundo apellido y ocuparse de que esos niños tengan plazas de guardería y estudien luego. Hora de no quedarse en la obsesión nominalista y fácil de llamar matrimonio a una relación homosexual consolidada –una palabra de la que por cierto los heterosexuales huyen-- y sí de lograr que ese vínculo genere los mismos efectos juridicos a los que da derecho ese género de relación. Y hora de no disgregar a los españoles –“divide y vencerás”-- que se reconocían como tales desde Alfonso III el Magno (848), Alfonso VI el Bravo (1047) y Alfonso VII el Emperador (1155) y ya jurídicamente desde Fernando de Aragón e Isabel de Castilla en 1469. No hay por qué halagar el capricho de unos posrománticos tardíos, o unos pícaros tunantes, o unos mercachifles chantajistas. Es hora de progresar juntos y no de atender cada cual a su juego como Antón Pirulero,

Es muy fatigoso esperar razones solventes y maduras, pedir propuestas enjundiosas, buscar soluciones, y no hallar más que fullería, engaño, fraude de pensamiento y argumentos “ad hominem”. Es desesperante haber perdido estos años buscando verdades y no hallando mas que sofismas, embustes y chascos solemnes. Resulta como cascar nueces vanas. hasta impacientarse. No es menos engañoso.

Pero no solo estaba pasada esa mercancía sino que durante casi diez años hemos estado adquiriendo manufacturas de desecho, dándolas por buenas. Y creyendo que eso de “la patria es un concepto relativo” como opinaba el extinto Zapatero, lo que resulta invalidante, como ser “ciudadano del mundo”, para el que ejece el oficio de presindemte del gobierno.

Sucede en este punto como el que se excluye como nacional de una patria porque dice pertenecer a otra, que no puede representarla y menos a sus fuerzas armadas. Y sucede que no es leal, lícito ni honesto, urdir engaños ni maquinar asechanzas, como introducir el “Caballo de Troya” con el vientre henchido de enemigos de la ciudad, para aniquilarla por sorpresa. Ni aunque los conjurados se llamen “Bildu” o “Amaiur” y un grupo de traidores o renegados, les franquéen las puertas desde dentro de las murallas.

Esta bien ser rojo, azul o verde, si lo decidimos en las urnas, pero no queremos dejar de ser nosotros mismos ni deseamos suicidarnos.


Darío Vidal
19/11/2011

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