sábado, 10 de diciembre de 2011

Deforestación de la Amazonía


Nuestras piadosas abuelas dirían que el Señor estaba castigando los pecados de los hombres con las catástrofes meteorologicas que padecemos. Y puede que en el fondo tuviesen razón.

Ahora estamos en condiciones de entender la secuencia de muchos procesos atmosféricos y podemos relacionar ciertos comportamientos humanos con algunas reacciones naturales que antes nos hubiesen parecido impensables. Pero los nuevos descreídos atribuyen a la casualidad y no a la causalidad las reacciones de la Naturaleza, de modo que nos tienen por tan supersticiosos como nosotros a nuestras abuelas.

No importa que ahora se puedan cuantificar los fenómenos y reproducirlos en el laboratorio. Los dueños y mandamases de la Tierra dicen que nada tienen que ver unos hechos con los otros y que nuestra mala gestión de los recursos no tienen nada que ver las alteraciones meteorológicas globales. Por eso al incumplimiento de la Cumbre de Kyoto, le sucedió la burla de Copenhague y dentro de unas horas la parodia de Durban, protagonizada por EE.UU, Rusia, China, India y los paises emergentes.

La orientación hacia el desastre esta nítidamente esbozada en la propuesta del lobby amazónico a la presidenta brasileña Dilma Rousseff, que ha hecho dimitir a siete ministros por corrupción en solo unos meses.

Algunos de los que quedan pretenden promulgar el Codigo Forestal que va a permitir la tala masiva de la Amazonía, con el pretexto de la extraccion de petróleo o la agricultura industrial extensiva, por los que gozan de licencias como los madereros, que habrán de suicidarse cuando acaben con las selvas al tiempo que nos morimos todos.

La norma propuesta va a difundirse al tiempo que un libro que aparecerá en unos días con una foto de Dilma sentada en el banquillo del Consejo de Guerra que la juzgó por sus actividades contra la Dictadura militar en los años setenta, cuando tenía veintidos. Se trata de una biografía escrita por el periodista Ricardo Amaral con un título que parece un eslógan de campaña. Se titula “La Vida Exige Coraje”. Y tal vez –Dios lo quiera-- sea un alegato en favor de la justicia y de la vida del Planeta, que está por debajo y más allá de los intereses mercantiles de los lobbyes de la madera, que amenazan la selva y sus especies vegetales medicinales inexploradas, apenas conocidas por algunos chamanes y algún brujo que solo se expresa en “tupí” o “arawak” por no referirnos a las otras 170 lenguas autóctonas menos frecuentes, que amenazan con ella a los animales y al hombre.

Cuando la crisis permite hablar de los beneficios de la roturación de los bosques para crear explotaciones agrícolas, cabe esperar que Dilma no se venda. Y que Dios no nos castigue como temían las abuelas.


Darío Vidal
10/12/2011


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