domingo, 11 de diciembre de 2011

¿También tú?


Dicen que cuando Julio César descubrió el rostro de Bruto entre quienes le atacaban en la escalinata del senado, se envolvió en la toga y dejó de defenderse. Lo último que dijo fue: “¿También tú, Bruto, hijo mío...?”

Y antes de que los conjurados dejasen de herirle, Cesar había muerto: le arrebató la existencia el desamor, el desencanto y la decepción.

El “affaire” inimaginable de Iñaki Urdangarin supone una traición a la confianza del Rey, que exige un replanteamiento profundo del régimen, que no puede servir a “señores que se le puedan morir” como dijo Francisco de Borja en presencia del carnuz maloliente de la reina Isabel de Portugal esposa enamorada de Carlos V, a la que secretamente amaba.

Es duro, pero hay que amputar de todos modos aunque ya sea tarde.

Imagino que los súbditos allegados al Monarca no habrán revelado a don Juan Carlos que la amplia adhesión de los españoles a su persona no es consecuencia de su devoción dinástica --¡para que vamos a hablar de los Borbones!-- sino de su afección personal a una persona que juzgan honesta, amable, sencilla y, al fin, querida de un Monarca, que tal vez no se repita, pero sin vocación ninguna de vincularse históricamente a la Corona.

Alguien –la casa del Rey tal vez-- ha debido sugerir esta tarde al jugador de balonmano que desvinculase a la familia de sus trapacerías. Muy tarde para creer en la espontaneidad del mensaje. Pero el caso es que Iñaki ha dicho por teléfono que siente el deterioro de la imagen del Rey por causa de las informaciones –o comentarios-- que se han sucedido estos días. Mas no es eso lo que queria la gente. Lo que querían oir los españoles es una explicacion a su comportamiento. Aunque si no la hay, es mejor el silencio.

No se trata de apelar a la mujer del César cuando el César mismo está en entredicho. Ni es oportuno referirse a “la honra” que se empañaba con el vaho, o al “honor” del que tanto hablaron nuestros clásicos, no sé si porque el orgullo pecaba de más o el honor pecaba de menos. Pero nuestro “sentimiento trágico de la vida” no admitía componendas ni enmiendas como advertía incluso a los villanos la sabiduría popular, pues “si el cántaro se rompe / ya no tiene compostura”.

Eso quiere decir, Majestad, que la vida no esta terminada hasta el último día y que cada jornada puede desmentir toda la Historia. Los que acaso pueden hacer frente a un ejército son a veces vulnerables ante un roedor. Y quien puede ser inasequible a la amenaza, tal vez se doblegue ante una caricia. Por eso el costado mas vulnerable es el del corazón. Pero hay que recordar la sabiduría brahmánica cuando advierte que “los dioses ciegan a los hombres a los que quieren perder”. Así es que aunque nunca habeís de leerme, consentidme una licencia que no enfada: aunque el dolor os quiebre, es mejor no perder la cara al infortunio y encararlo de frente.


Darío Vidal
11/12/2011


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