jueves, 22 de diciembre de 2011

Va a nacer un Niño


Cuando pasado mañana abramos los ojos, habrá nacido un Niño. Un niño es siempre la expresión frutal del amor, porque, aun que no haya dado su primer vagido en Belén de Judá, viene siempre a redimirnos, a renacernos, a prolongarnos y a vengarnos de la muerte.

Un niño es un canto a la vida y la espeanza, y tambien la primera piedra en que se funda esa comunidad inspirada en el vínculo de la sangre, hoy en entredicho como siempre que una civilización se extingue. Por eso hay quienes se interrogan por ese desvalido cachorro de persona, sin futuro tal vez, como se preguntan por qué cosa es ser hombre y qué mujer, aunque sigamos celebrando inconscientemente esa Natividad que es la apoteosis de la vida y del amor que le da sentido, aunque a veces la mancillemos sacrílegos.

Sorprende que en un tiempo de reivindicación feminista no repare nadie, ni siquiera las militantes, en que el alumbramiento de un niño es la fiesta de la mujer, La exaltación de ese ser misterioso y roqueño al que la estúpida vanidad masculina calificó de debil y en que se funda la familia.

La Navidad es el homenaje a la hembra que concibe por amor para refundar el mundo cada generación. Alguien ha dicho que los varones andamos siempre urdiendo quimeras e inventando sueños porque solo somos capaces de engendrar y fecundar pero no de concebir y parir. Y esa limitación frustrante nos hace andar comprometidos en el empeño de trascendernos con nuestras obras. Desconocemos radicalmente el misterio de la inmanencia femenina, la paciente espera, el sereno acecho tan ontológicamente profundo que hace que la mujer nos venza siempre, no solo en lo que ustedes estan pensando sino también cuando interpretan la vida como totalidad y como proyecto. Pese a que en este tiempo de confusión, algunas pretendan ejercer como varones porque creen ser menos que ellos, olvidando que la existencia reclama la tensión bipolar de fuerzas contrarias que se atraigan y equilibren. Así es que la crisis de la feminidad ha dejado a los hombres irremisiblemente huerfanos al huir de sí mismas. No hay hombre si no hay mujer.

Querría que esta reflexión en el umbral de la Navidad fuese hoy un homenaje a ellas, tan incomprendidas como secretamente admiradas por ellos desde la cuna, esa segunda matriz que desde la suya tan cálida nos parece inhóspita y constituye nuestro primer fracaso, porque representa el destierro de aquel paraíso carnal en que nuestro corazón comenzó a latir y el refugio al que nos pasamos la vida intentando regresar, porque la mujer es barro, es patria, es morada y tierra prometida. Y en su regazo palpitante y cálido, fértil o yermo, alienta siempre un niño a punto de nacer: un niño que representa la esperanza y el futuro, incluso en medio de la desolación y la guerra.

Desde esa perspectiva, solo aparentemente láica, quisiera desearles hoy a todos una feliz Navidad.



Darío Vidal
22/12/2011

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