miércoles, 11 de enero de 2012

Agapito de la real gana


Dicen algunos que el nombre posee la mágica propiedad de anticipar la nativa inclinación de las personas. De modo que somos, en buena medida, como nos llamamos. Lo que debiera inducirnos a escoger con más esmero.

Según los etimologistas, Antonio es “el que merece ser alabado”, Ana es “el favor de Dios”, Domingo es “"el consagrado al Señor”, Lucía, “la que ilumina”, Teresa es “la que cosecha frutos”, Sonia, hipocorístico de Sofía, es “la que tiene sabiduría”, Serafín, significa “serpiente”, María quiere decir “la señora” en lengua araméa y Julia es “la que está en el Paraíso”. Mas para que vean que no todo el monte es orégano, Darío significa “el represor, el que castiga con violencia”. Algo intuía yo.

Otra cosa es que, por encima o más allá del significado, la palabra que lo designa sea bella y fonéticamente melodiosa, esto es: eufónica. Pero concédanme que al lince soriano del Real Zaragoza, don Agapito Carmelo Iglesias García, no le eligieron bien el nombre. Desde el de Carmelo hasta el de “Serpiente” o “Represor” le irían bien. Pero llamarle “Digno de ser amado” suena a sarcasmo o, si me lo permiten, lisamene a cachondéo.

Porque Agapito es una palabra francamente cacofónica con su ribete de escatología. Y la alusión a la amabilidad es casi impúdica si se repara en su ejecutoria. Y sino, pregúntenle a Salvador Arenere y a los consejeros zaragozanos dimitidos este fin de semana.

No soy “blanquillo” ni “colchonero” ni “culé”. He sabido hallar otras recetas para procurarme el infarto, la frustración dominical y el berrinche, para descansar del ajetréo cotidiano. No se si son mejores o peores, pero procuro que mi insatisfacción no dependa de mas gente.

Sin embargo desde hace unos años la ineficacia de los directivos zaragocistas ha llegado a afectarme, porque creo que el ridículo de una institución que lleva el nombre de Zaragoza afecta a todos los aragoneses. No es lo mismo llamarse “Deportivo Las Fuentes”, “Amistad C.F”, “S.D. Los Gandules”, o el equipo del colegio, que atreverse a pasear el nombre de Aragón sin una mínima exigencia de dignidad. Sin algún decoro deportivo, mejor será que echemos el cierre: es preferible morir con honra que vivir con vilipendio.

Pero aquí hay funcionarios de federaciones que carecen de actividad y empleados que no fomentan la difusión ni la implantación de determinadas disciplinas para que gane el mismo de todos los años, de igual manera que se entorpece el establecimiento de nuevas empresas para que no hagan sombra a las existentes aunque esa culpable endogamia nos empobrezca. Esa mezquindad, sin embargo, nos acusa cuando competimos sin esforzarnos. No se trata de superarse y mejorar sino de quitarle la silla al adversario. Esta tierra no merece eso. Habremos de ocuparnos de ello. Hablaremos don Salvador.



Darío Vidal
11/01/1012

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