domingo, 22 de enero de 2012

El odio del futuro

Un reguero de luto va dejando la biografía de ciertos chicos y chicas como Marta del Castillo, en los últimos años. Tiene un sutil argumento antes apenas perceptible, pero termina siendo perfectamente pronosticable, y ,ya puestos, sobradamente predecible. Chicos –y chicas-- sin proyecto, sin orientación, sin dirección y sin modelo, porque los padres no adquieren tampoco ningún compromiso. No se trata de humillar ni azotar a los hijos, pero sí de educarlos con firmeza.

Ayer estuve oyendo a Ramoncín --el “enfant terrible” de los '80-- abogando por la autoridad, la disciplina y el esfuerzo. Unas horas antes, decía un padre que le había ido a buscar la policía por dar una bofetada a una niña que había movilizado a toda la familia porque llevaba todo el día desaparecida y a la que después preguntaron si deseaba denunciarlo.

Unas horas antes, la psicóloga Pilar Muñoz hablaba con Adriana Rey de los enfrentamientos que suscitan el consumismo y los juguetes digitales. Y la cajera de un supermercado relataba cómo una niña se puso a tirar una a una las viandas adquiridas, porque la madre no quería renovarle el movil.

Decía la experta, que los padres, que han sido desautorizados, huyen de los encuentros con los niños para no enfrentarse a los “marrones” y las madres, superadas por la responsabilidad, pueden agredir como vemos, a los jefes de estudios, mientras sus niños ponen gotas de Super Glue en los trajes de los profesores para inutilizarlos. ¡Cosas de críos!

No es mejor el comportamiento en el colegio. Decía un profesor profundamente fatigado que casi cada semana sufre alguna humillación y muchas veces serias amenazas. Una jóven profesora narró que un grupo de alumnos la arrinconó hace unos días en un aula y le enmarañaron el cabello con “garruchos” (los pequeños frutos del 'Xanthium Spinosum'). La sometieron a la misma humillación que se resevaba a “las rojas” en los “años triunfales”: la vieja práctica de la “decalvatio” cuando se deseaba desnudar de dignidad a una mujer entre la población visigoda.

La “decalvatio” o decalvación había conducido al suicidio de ciertas personas y consistía, como ustedes deben saber, en mondar las cabezas de las mujeres que suelen cuidar más su melena o su peinado, complicado en aquel tiempo. No es lo mismo ahora, pero hasta los reclutas nos sentíamos desnudos y uniformes mientras existió el servicio militar obligatorio.

El año pasado se les ocurrió tirotear con pistolas de aire comprimido a unos profesores en Zaragoza, pero nadie pudo denunciar la vileza de los agresores anónimos aunque esas prácticas constituyen un crímen de torturas y lesiones, en ocasiones muy dolorosas.

¿Cosas de crios? Dentro de poco estos chicos asesinarán.


Darío Vidal

22/01/2012



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