miércoles, 8 de febrero de 2012

Estar a la penúltima


Hay dos opciones en cuanto a modernidad se refiere: Ir a la moda y “estar a la última” copiando actitudes; o a su manera –“a su bola”, diriamos ahora-- para ser fiel a uno mismo.

Marañón se refería sensatamente a “el deber de las edades”. Pero si hay algo grotesco es “estar a la penúltima”, como los músicos que van de “beatles”, los padres de familia que van de “hippies” sin reparar en sus hijos con los que no contaban y --con todo respeto-- los idealistas y enternecedores anarquistas ochentones.

No diré que esté a la última la Chacón con su voz destemplada, gritona y desabrida de miliciana de la “Columna Lluis Companys” --que estuvo empeñada en conquistar Aragón para Cataluña--, pero Rubalcaba está en “la antepenúltima” apelando continuamente a los espectros del pasado, a los fantasmas de una guerra entre rojos y fascistas –él, cuyo padre fue piloto de la aviación franquista-- que ya no les sirven de referencia ni a sus nietos que la ven a la misma distancia que Monte Arruit y la guerra del Peloponeso.

Rubalcaba ha consegido con un siglo de demora –unos 82 años para ser mas exactos-- que se impusieran las tesis de los años '30 en torno al amor, el trabajo, el sindicato y la Iglesia, cuando “la ciudadanía”, como él llama a los ciudadanos para alejarlos más de la realidad inmediata, ha hecho ya su camino sin esperarle. Eso es lo realmente patetico de ser “moderno” de hace cincuenta años. Eso es lo triste: que los lustros no esperan.

La novedad del nuevo secretario general para la epifanía del siglo XXI es deshacer el Concordato con la Santa Sede, que es tarea árdua por no decir imposible, con lo que puede estar ocupado todo su mandato sin avanzar un ápice y entreteniendo a sus huestes entre manifestaciones y demandas sin que le exijan otras cosas. Igual que la “Educacion para la Ciudadanía, personas y adoctrinamiento para escolares”. Para empezar, “adoctrinamiento” no parece una proposición de recibo. Y en cuanto a limitar la educación a una parcela de la realidad parece limitativo. Un maestro que yo tuve solía decir que hay palabras que se invalidan con el adjetivo. Como Democracia. “Una democracia no puede ser participativa, ni sindical, ni orgánica. Si algo la limita, o aparentemente la ensancha, ya no es Democracia”,-- decía. Y lo mismo pudiera decirse de la Educación. Pero la “Urbanidad, educación y modales”, que no alcanzamos a ver mas que en las enciclopedias de nuestras abuelas, protagonizadas por niños ejemplares, pulcros, responsables, serviles y “domesticados” hasta la náusea, no es lo que necesitan nuestros niños. Nos basta con que sepan cómo actuar, distendida pero correctamente, aun sin quitarse las gorras de visera, ni lustrarse las botas que ahora no llevan, ni observar comportamientos ridículos que nos acercaban por contraste a los chicos malos, desgreñados y traviesos como nosotros.


Darío Vidal
08/02/2012

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