jueves, 23 de febrero de 2012

Matar periodistas



Tengo una deuda con mis amigos los corresponsales de Guerra. También con los desconocidos. Porque yo he hecho de todo en ese oficio, por humilde que fuera. Mas un director acobardado y cobarde, vanidoso y lleno de complejos, que no nombraré porque ya se ha ido, frustró mi propósito de trabajar en el sudeste asiático, aduciendo que había decenas de agencias de noticias que nos inundaban de despachos todos los días, sin necesidad de molestarnos. Una ocurrencia que fue muy celebrada.

No iba yo para héroe como no iban mi admirado Manu Leguineche, que renunció a algún amor para no condenar a nadie a la viudez, o el veterano Enrique Meneses, o Gervasio Sánchez al que he visto por su tierra en alguna ocasión sin conocerlo, o Miguel Gil, o al académico Perez Reverte que ha escalado de otra manera la inmortalidad. O Alfonso Rojo, Mercedes Gallego, Ramón Lobo, Olga Rodriguez o Jon Sistiaga, con mejor suerte que los que no volvieron, como Luis Espinal que se quedó en Bolivia; Juan A. Rodiguez que cayó en Panamá; Jordi Pujol Puente que fué abatido en Yugoslavia; Luis Valtueña que dejó la vida en Ruanda; Miguel Gil Moreno que desapareció en Sierra Leona; Ricardo Ortega que no pudo regresar de Puerto Príncipe; Julio Fuentes muerto durante una emboscada en Afganistán; Julio Anguita Parrado, bombardeado por sorpresa cuando se hallaba “empotrado” en una unidad estadounidense, y José Couso destrozado por el cohete de un tanque americano desde el Hotel Palestina de Bagdad, donde se alojaba con otros periodistas internacionales, por una tripulación culpable, por conocida, identificada y “amiga”.

Los “reporteros de guerra” comenzaron teniendo la proteccion de los militares, para considerarlos luego civiles neutrales, pero los EEUU no han firmado todavía los protocolos de 1977. No puede extrañar por ello que sean culpables de cuatro de las ocho muertes registradas entre españoles desde 1988. De los extranjeros, mejor no hablar. Porque aquel cuidado hipócrita se ha tornado tan peligoso como sus intenciones. A los poderosos no les gusta la Historia, sobre todo cuando la verdad esconde rincones oscuros y acciones culpables. Difieren en poco las consignas del sanguinario Bashar al Asad. Y no se trata de proteger a los civiles. Al contrario. Los que cuentan los hechos mas objetiva y desapasionadamene son las gentes de la calle; los ciudadanos “neutrales” que presencian los hechos, los aterrados vecinos de la ciudad resistente de Homs (Siria), donde el mando elige al azar los edificios civiles que han de ser desventrados cada día.

Van a permitirme que rinda homenaje hoy a todos los periodistas sacrificados por nosotros, en el joven fotorreportero francés Rémi Ochlik y la veterana periodista estadounidanse residente en Londres, Marie Colvin, herida en varias acciones de guerra, como aquella en que perdió un ojo en Sri Lanka por una emboscada “tamil”, muertos ambos ayer.


Darío Vidal
23/02/2012

1 comentario:

  1. ¿Quien fué ese descerebrado director? Desenmascara a los ineptos, a los pesebreros, a los oportunistas.¿Tanto importa decir la verdad?
    Todos esos grandes héroes, periodistas que dejaron su vida por estar donde había que estar para contarlo, lo merecen. Por razones personales me acuerdo tanto de Ricardo Ortega y de Julio Fuentes...

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