jueves, 1 de marzo de 2012

Los coranes de Bagram



No ha remitido la agitación por los coranes profanados en la base militar afgana de Bagram. Solamente se ha desplegado la policía autóctona para aislarla de los musulmanes irritados, con la promesa de que los basfemos norteamericanos serán entregados a las autoridades afganas para que paguen su pecado en la horca. Acaso un punto radical.

Pero no se trata de un capricho supersticioso. Se trata de una ofensa contra un pueblo creyente, piadoso y devoto; una comunidad que levanta sus miradas al cielo tres veces al día para pedir orientación, solicitar piedad e impetrar apoyo a Dios en todas sus cuitas graves y menudas. Y he aquí que unos invasores, unos extranjeros, unos impíos y unos “paganos”, se apropian de su tierra y blasfeman de Allah y de Mahoma su Profeta. Y supuesto que no hay nunca motivo para denigrar lo sagrado que atenta contra lo mas hondo de cada cual, resulta doblemente grosero profanar lo divino, con propósito de ofender. Mas pierden, por supuesto, los que no van creyendo en nada.

Pero vista la cuestión desde la otra perspectiva, solo un patán adornado con la incultura más culpable, es capaz de proceder como los “boys” de la base estadounidense de Bagram, so pena –y aún así-- de ir cargados con unos cuantos decálitros de whisky. Hay normas de convivencia y de respeto que se encarecen a cuantos se desplazan a un país exótico y lejano. Y el mundo musulmán es un reducto exótico y lejano para los occidentales, por no hablar de los emigrantes del “Mayflower” que reputan intrincado todo lo que no se diga en inglés.

Realmente también nosotros nos hallamos en camino de no entender nada, como pasa al coger con las manos impuras el pan sacramental, o al arrojar nuestros muertos al fuego como los hindúes a las piras del Ganges, o los “salvajes” sioux amerindios en el túmulo en la pradera hasta devorarlos los buitres, convirtiendo así en normales, acciones o ritos que constituyeron el ápice de la vejación, el desprecio, la blasfemia y la impiedad. ¡Quién no se ha sentido desamparado al oir el relato de ciertos proscritos condenados a ser quemados y aventadas sus cenizas!

No cabe duda de que estos rituales son expresiones de una cultura, y que esos cambios de hábito son un síntoma de aculturación y sincretismo. No se si por razones mas profundas o simplemente porque el terreno es cada vez mas caro en los cementerios, sumado a que la cremación representa un nuevo negocio emergente, sobe todo ahora que ciertas empresas pueden hacer con el carbono residual del fallecido un brillantito que permite exhibir a los muertos con orgullo (“¿Ves? Este es Terry Jones, el pirómano. Y este es su santo abuelo petrificado. ¡Pero qué piedra! Hace un año daban no se cuantos millones!”)

Los musulmanes parecen tener mejor memoria.


Darío Vidal
01/03/2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario