miércoles, 7 de marzo de 2012

Trabajo sin azar




Parece que es la hora propicia de los milagros. Se niega el trabajo a los demandantes del “Inem” después de que la fortuna se muestre esquiva con los que han apelado a los amigos, los conocidos y los vecinos. Y a medida de que remite la esperanza y se recurre a la intercesión de los santos, algunos “border line” piensan ya, como el Tenorio, que “si Él sus puertas me cierra / de mis pasos por la tierra / responda el Cielo y no yo”. 
 
No apelo a argumentos morales ni pretendo hacer de esta reflexión una homilía: que cada ejecutante toque su instrumento. Quisiera siemplemente aplicar la cordura para adoptar soluciones de más largo recorrido, para que todo el mundp aprenda a pescar y no se resigne a coger los peces que otros les regalen, a condición de que sean buenos y se portan bien. Abogo por el trabajo, el esfuerzo y la dignidad, y deploro la dádiva que vuelve servil, porque esclaviza y envilece. Por eso me opongo con todas las fuerzas al albañal de “Las Vegas” en España. Basta ya con la de Nevada.

No se de nadie que haya ideado soluciones, experimentado técnicas quirúrgicas, explorado recursos, ni mejorado a la sociedad desde una sala de juego. Tampoco ha aprendido en esas aulas la abnegación, la solidaridad ni el esfuerzo. Nada salvo el lucro a toda costa, el engaño, la trapacería, el descuido y el guinde se enseña en tales escuelas. Virtudes todas que aprendemos casi siempre a lo garduño y sin maestros .

Que juegue quien quiera en su tugurio; que actue al acecho el descui-dero; que desplume el trilero con su trile; que se huelguen con sus timbas los ludópatas y que goce, sufra y ría el hampón en buena hora, porque hasta el diablo tiene sus ámbitos y sus tiempos , pero el Cielo impida que se afinque a menos de cinco mil leguas el que, por debilidad, avaricia, usura o mala inclinación, cultive la desgracia de los otros a conciencia de su culpa.

No confío en que los españoles consigan ser “justos y benéficos” cual deseaba la angélica Constitución de Cádiz en 1812. Pero aún admitiendo el beneficio del libre albedrío cuyo ejercicio da valor a nuestros actos, tampoco es cosa de exhibir la lista completa (“et no nos inducas in tentatione”) ni el repertorio de posibilidades para explotar y burlar a nuestros prójimos.

Se entiende que una nación jóven, alumbrada apresuradamente en el desierto y la frontera, tenga peculiaridades como la Ley de Linch, el Jurado, la autoridad incuestionable de una figura como el “sherif” y una democracia “sui géneris” mal copiada de la británica.

Pero los que tenemos canas hasta en el sobaco, no debemos copiar el ensayo institucional de un adolescente. España no necesita el aliciente –y menos en la crisis-- de un negocio que estimule el azar y no el trabajo,

“Las Vegas” no es “Disneylandia”.



Darío Vidal
07/03/2012

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