No se una
palabra de economía ni de estrategias financieras, pero intuyo que
cuando una actividad esta regida por el azar y parece escapar a todo
control, alguien ha manipulado la ruleta. Es posible que no
conozcamos el truco que utiliza el malabarista para que desaparezcan
los objetos, pero de lo que no cabe duda es de que hace trampa. Ayer
mismo, sin que nadie previera la catástrofe y en vista de que Grecia
ya está quebrada, la prima de riesgo de España rebasó los 500
puntos y se puso en niveles de rescate, aunque aquí nos resistamos a
darnos por vencidos.
Matemáticos
y físicos teóricos andan estudiando lo que llaman “Teoría del
Caos”, para desentrañar el comportamiento azaroso de la
realidad aparentemente “imprevisible” de la Naturaleza. Y el
descubrimiento de las ecuaciones fractales parece dar razones a su
intuición de que lo que llamamos casualidad no es más
que causalidad aunque
todavía no hayamos descubierto su íntimo mecanismo. Ya que todo va
siendo penetrable por la inteligencia humana excepto esa actividad
aparentemente reservada sólo a los genios, llamada Economía. El
fenómeno espontaneo y fatal, más impredecible que el tsunami, el
tornado y la erupción volcánica, como si no fuera el guiñol de un
un usurero caprichoso al que un avaro mueve los hilos.
La
voracidad criminal de los especuladores no tiene ni la decencia del
disimulo, carece hasta del pudor de ocultar la inoportunidad de hacer
crecer la deuda, aún cuando no existe ningún pretexto para agitar
el lodo en que hozan y prosperan los paquidermos.
No
tiene sentido lamentarse cuando vamos desnudando de vestidos al azar.
Todos los sucesos obedecen a causas racionales, previsibles,
evitables y mensurables aunque desconozcamos todavía sus orígenes.
¿Quíen
ha dicho que es imposible detener la ruina si sabemos que con seis
meses de paz, el Departamento de Defensa de los EE.UU podría acabar
con la hambruna del mundo? Pero alguien impide la Paz porque es más
rentable la guerra. Ya no basta con desangrar al Tercer Mundo:
Leviatán insaciable demanda nuevas víctimas, que parecen no
afectarnos porque no nos aluden. O no nos aludían, puesto que la
ruina no señala ya a un ámbito “virtual e inexistente”
como el Cuerno de África, Etiopía o Somalia, sino a un objetivo
“presene y real”
como Grecia. Sucede como en la fase final y crítica de la
desnutrición, cuando una vez quemadas les reservas de grasa de un
organismo vivo, éste recurre a alimentarse de sus propias proteínas.
Nadie
frenará esta agonía sin una acción decidida del Fondo Monetario,
pues también él está infiltrado de especuladores como el que
alentaba a Zapatero diciendo que “todo iba bien”
mientras se hinchaba de sangre
como las garrapatas, sin apiadarse de los que ya no tenían pan.
Lástima
que no haya Infierno.
Darío Vidal
17/05/2012
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