jueves, 15 de marzo de 2012

La fatalidad de ser mujer


 Otra vez el lúbrico y rijoso Asmodeo, príncipe infernal de la Lujuria que se casó con Eva esposa de Adán en segundas nupcias, después de haberse unido con Lilith el demonio femenino de la noche, ha profanado a otra niña adolescente de 16 años, cuando aquí celebraban el Día de la Mujer sin comprometerse a nada, las feministas profesionales.
Mustafá Sallak, el joven de 24 que la violó con solo 14 en Chourfa, costa atlántica de Marruecos, entre Larache y Arcila, la hizo su esposa hace unos días, después de que la sometiesen “a doma” su suegra y sus cuñadas con los ultrajes y vejaciones reservados a estas solemnes ocasiones, como tildarla de puta por lo que Mustafá había hecho con ella.
Amina Filali, que había sido depositada en casa de su suegro desde que acordaron los esponsales, huyó a la de sus padres para que le diesen acogida. Pero no podían caer en el deshonor de concedérsela so pena de incurrir en el desprecio de todos sus allegados, amigos y parientes.
Maltratada por su novio porque se negaba a yacer con ella, odiada y despreciada por la familia de él y desamparada de los suyos y sus propios padres sin culpa, por puros respetos humanos, se sintió forzada a cumplir una condena injusta, sin ahorrarse un solo trámite de su “pasión”, entre horribles dolores y una larga agonía a bordo de un desvendijado y maltrecho taxi colectivo, en el que los que entraban y salían podían participar del macabro espectáculo.
Y todo eso a solo 13 kilómetros del siglo XXI, en la otra orilla de un mar interior como un lago de apariencia apacible y soleada que suele jugar al espejuelo con el sol.
El padre de Amina, Lahcen Filali, que había denunciado a Mustafá de “corrupción de menores” y “perversión” en cuanto apareció en el hospital de Larache con el cianótico rostro exánime de envenenada, decía con lágrimas en los ojos, que nunca quiso rechazar a su hija, y que no podía imaginar que Amina tomara aquella firme resolución fatal.
Era la sórdida historia rural de miseria, martirio, lujuria y honor –o deshonor-- que tantas vidas de niñas apenas núbiles ha costado en el África islámica, remedando aquellos dramas de capa y espada que inspiraron a los españoles de los siglos XVI y XVII.
Lo dramático es que medio milenio de vecindad entre las dos orillas, no haya servido para acercarlas, y que el artículo 475 del código penal marroquí sancionado por el actual monarca, zanje la desfloración de una menor por un zafio estuprador caprichoso, pasando por encima de la ofensa, consagrando la injusticia, condenando a cadena perpetua sólo a la víctima inocente que aún jugaba a las muñecas despojada cruelmeente de la infancia y casando al ofensor con la ofendida.
Darío Vidal
15/03/2012

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