martes, 20 de marzo de 2012

Obsolescencia programada


 Nos hallamos fente al invento mas falaz de los que ha ideado el consumismo. La fijación de la utilidad e inutilidad de los objetos “por real decreto”, como dirían los castizos .
Puede tener usted una radio Telefunken o Philips de caja de madera y sonoridad excepcional de los años sesenta, que reserva para oir conciertos sin que se haya estropeado nunca, como suele suceder con los productos de hasta esa época. Pues recen para que no se les funda una lámpara. Porque no hay lámparas. Nadie prevé que alguien quiera conservar una joya de esa época. Mas aún: el contubernio internacional para alterar el precio de las cosas ha previsto que nada, absolutamente nada, puede durar no ya cincuenta sino ni diez años. Hay componentes que se averían a los meses o al año, y algunos a los seis semanas. Pero es igual. Nadie los repara porque no los quieren reparar. Y además no sabe. Ajustan el precio de las piezas de manera que cuestan la mitad del artificio que apetecemos (“Yo se lo digo sinceramente, caballero: no merece la pena porque a partir de ahora no ganará para averías. Y ya ve, por un poco mas....”)
¡A que les suena! Pues van a quedarse de piedra si les digo que los edificios, las casas, su piso mismo mismamente, se construyen para una duración estimada de treinta años. Como la catedral de León, el alcázar de Segovia, la Alhambra de Granada o el Pilar de Zaragoza, por no hablar de cualquiera de las casas de sus padres en cualquier pueblo de España.
¡Y dicen de crisis! Pues claro que tiene que haber crisis, y deben de aflorar las más de setecientas mil viviendas vacías, y comprometer a los promotores para que reparen los desperfectos gratuitamente, durante los primeros ochenta años, que es el tiempo que vivirá el primer propietario, si se cumplen las previsiones de logevidad con que nos amenazan.
Pero qué puede esperarse si, como leía en un chiste hace unos días, dura más la garantía de la lavadora que el matrimonio que la ha comprado. Porque tampoco las uniones y los compromisos duran lo que las viviendas que las sustentaban. Pero bueno, esa es harina de otro costal.
El caso es que los señores del terrado –los del hardware y el sotfware-- que si tienen algo simpatico es que están haciendo inclinar la cerviz como dirían los castizos incluso a los Bancos, hace tiempo que concertaron entre las marcas un arma diabólica que les blinda de todas las crisis. Tiene el bonito nombre de “obsolescencia programada” y consiste, como dirían los castizos, en “anticuar” un proceso o una cosa a voluntad, para que un proceso, un programa o una herramienta informática, ya no sirva --sin saber por qué razón--, y los “sabios” tengan que inventar otras. Ahora “Google” esta cambiando su interfaz, y Microsoft, el “Windows-8”. Bravo tratamiento anti-Alzheimer.
Darío Vidal
20/03/2012 

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