jueves, 22 de marzo de 2012

Queso de Gruyere


 A medida que pasan los meses es más difícil sustraerse a la idea de que España es una enorme torta trufada de sorpresas; una suerte de bizcocho borracho; una especie de roscón de san Valero con la sorpresa empedernida de una monumental haba seca; una esponja colmada de aire, o agua, o fluidos de mayor sustancia que se desplazan por la intrincada red de tuberías cuando se le aprieta por uno u otro lado. Es una suerte de absceso purulento inficionado de prevaricación, cohecho, subvenciones irregulares, sobornos, malversación de fondos públicos, apropiación inde-bida de activos, maniobras para alterar el precio de las cosas, manipulación contable, blanquéo de capitales, defraudación a Hacienda en gran escala, comisiones y corrupción, mas otras argucias que no nombro y las que van inventándose al aire de la bonanza.
Este inmenso queso de gruyère abierto a todos los desagües, albañales y sentinas, recuerda a aquel inmenso pastelón de Madrid cuyos techos sabía destapar por arte mágica el Diablo Cojuelo, para que don Luis Vélez de Guevara pudiera descubrir las íntimas vergüenzas de la Villa, a don Cleofás-Leandro Pérez Zambullo, aquel “hidalgo a cuatro vientos, caballero huracán, encrucijada de apellidos, galán de noviciado y estudiante de profesión”, que si no se doctoró en picaresca, obtuvo “suma cum laude” en picardía por la Complutense alcalaína, que es la buena.
Aunque lo que descubría el “hornazo” de la Corte no eran más que chismes veniales, intrigas de poco más o menos, trapecerías de buscavidas y líos de cuernos que sustentaban el dosel de muchas camas.
Cosa de más enjundia fue la del juego del “straperlo” que hizo sonar las alarmas entre 1933 y 1935, como ahora el complejo de “Las Vegas”, y costó la caída del Gobierno de la derecha republicana, después de tiznar a don Alejadro Lerroux.
Pero aquel triste fraude patrocinado por los timadores holandeses Strauss y Perlowitz (“straperlo”) estaba circunscrito a un núcleo, en tanto que en este momento la infección ha invadido los tejidos de la derecha, la izquierda, el centro, la azotea y los sótanos, con grave riesgo de colapsar. Tiene esto poco que ver con el Patio de Monipodio y, sobre todo, en otro tiempo los malhechores tenían al menos vergënza, Y eso alimentaba cuando menos la espeanza de una redención.
Ahora nadie se arrepiente porque todos carecemos del sentimiento de culpa. Las normas morales estaban impresas en cada uno, como la fisonomía y de forma indeleble. Ahora, el chófer de un consejero de Andalucía doblado de asesor, mayordomo, compinche y rufian, manifiesta sin rubor que organizaba las fiestas, las bebidas, las chicas y la coca en esa olla podrida, mientras otros pasan hambre.
Darío Vidal
22/03/2012

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