domingo, 6 de mayo de 2012

Por mi conciencia y honor


 Oíamos ayer a Jose Antonio Griñan prometer en radios y televisiones por su conciencia y honor –¡ya no se jura!--, cumplir y hacer cumplir … las obligaciones propias de su cargo, que tampoco son tantas ni tan onerosas como para exigir un solemne compromiso explícito. Bastaría con aceptar el cumplimiento implícito del septimo y el décimo Mandamientos, aunque imagino que debe producir cierto sonrojo comprometerse a no robar.
A nuestro conocido “Urdanga” no le hicieron jurar y eso ha salido ganando. Debió pensar que, como no se había comprometido a nada, no era responsable de que se desviasen los fondos de las “oenegés” para niños enfermos que administraba. Claro que él no era noble, la noble era doña Cristina de Borbón y Grecia. Aunque ella, que es una chica de su tiempo, debe pensar que esas monsergas son cosas medievales y que por ese camino no se va a ninguna parte. Se explica ahora que el Príncipe Felipe, que renunció al amor adolescente de Isabel Sartorius y al más maduro con Eva Sannum tras una seria crisis familiar contrariando por razón de Estado su inclinación, se haya distanciado últimamente de las Infantas. Dijo que no renunciaba a elegir esposa para que nadie se la impusiese, por lo que estableció relaciones con Victoria de Carvajal, Isabel Sartorius, la estadounidense Gisella Gigi Howard, la paquistano-canadiense Yasmin Gahuri con quien coincidio en las Olimpiadas, Gabriela Sebastián de Erice, hija del embajador en Alemania, Marcela Cuevas, Viviana Corcuera, Viviana Dellavedova, la modelo checa Alicia Krezjlova, la modelo noruega Eva Sannum, y Diana Martínez-Bordiú, hasta contraer matrimonio con Letizia Ortiz Rocasolano que está siendo el amor de su vida, al decir de los observadores y la propia Zarzuela.
Da la impresión de que el compromiso personal de Su Alteza ha sido asumido con la misma seriedad en el terreno dinástico. Si es así, merecen la pena los años de formación, de estudio y peparación sosegada para reinar. Aunque quienes no sean nobles no puedan comprender la renovada exigencia de ejemplaridad, esfuerzo, liderazgo y generosidad que demanda el oficio de “Princeps”. Por eso el nuestro no es tiempo de príncipes. Todo el mundo es capaz de dejarse abrir la puerta del coche con cierto porte de lider, pero soló los líderes son capaces de elegir, decidir, dirigir y asumir las responsabilidades. Y no hablo de Nobles sino de Hombres –de personas si se prefiere-- capaces de convocar a los otros en su torno sin solicitarlo ni mendigar en las elecciones para “prometer lo que no se ha de cumplir”.
Según la vieja acepción de “Nobleza” que inspiró a los primeros reyes, sólo el excelente puede ser “princeps”, principal, ejemplo, modelo, líder, caudillo, depositario de la responsabilidad asumida hasta el sacrificio. Por eso Urdangarín no será nunca noble.
Darío Vidal
06/05/2012

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