lunes, 2 de abril de 2012

Quien dijo lealtad


 Alguien dijo que, en éste país nuestro, resulta más fácil morir por la Patria que vivir para la Patria. No sé cuántos serían capaces de arriesgar su vida por ese concepto fascista y en desuso (”Digne et decorum est pro Patria mori”) sin embargo yo me reconozco incapaz de ponerme en peligro por el Estado español, porque me daría la risa. ¡Quién va a exponerse por el Ministerio de Fomento o el Cuerpo de Correos como harían –o no lo harían-- nuestros nacionalistas!
La Nación es ya otra cosa, porque, como sabemos todos desde hace unos años, una cosa es nación y otra, nacionalidad. Lo que permite ser nacionalista sin nación, lo cual es un alivio porque nos evita ese compromiso emocional y sanguinolento en que se recurre a promesas tan retóricas como el último aliento y fórmulas semejantes.
Por eso y para no entrar en cuestiones tan extremosas y radicales. ya que morir es acabar con la película, resulta interesante decidir con antelación sobre la dirección de la existencia para averiguar por ejemplo si vamos a vestirnos de magistrados para servir a la Justicia o si vamos a vestirnos de togados para servirnos de la Justicia, que es opción más lucrativa.
Si de alguna ejecutoria no hubiese dudado nunca, es la de don Joaquín Almunia. Me había parecido siempre un “apparatchik” desairado del partido socialista, pero no habría dudado nunca de su españolidad ni de su natural inclinación por esta tribu, devoción que dí siempre por descontada en todos cuantos se postulaban para presidir o dirigir un gobierno, hasta que descubrí la doblez de Zapatero. Era una ingenuidad disculpable en quienes no sabían nada de Fernando VII o aquel día faltaron a clase. Qué menos que trabajar por la gente de la tierra, aunque el propósito no llegue al sacrificio de la vida. Para ya ven lo que son las cosas: el Comisario europeo de la Competencia don Joaquín Almunia, puesto en la tesitura de defender su patria, optó por denigrarla sirviendo quién sabe qué intereses. Por eso, en un respiro que le dieron los especuladores, advirtió, entre el estupor general, que España se hallaba en situación crítica y estaba en trance de ser intervenida por Bruselas a causa de la “preocupante” tendencia en que le habían dejado las medidas iniciadas por el nuevo Gobierno, sin importale –o precisamente porque le importaban-- las consecuencias de su “autorizada opinión”.
A consecuencia de sus manifestaciones, que debiera haber acallado aunque hubieran sido ciertas, bajaron las bolsas, se alteró la prima de riesgo y agitó la buitrera de los espaculadores provocando un efecto nocivo.
Tuvieron que salir en defensa de los españoles el finlandés Olli Rehn, consejero comunitario de Economía y otros colegas extranjeros, para negarlo. Y, lo que es mas bochornoso, para afear su actitud desleal para con sus compatriotas
Darío Vidal
02/04/2012

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