martes, 26 de febrero de 2013

EL BISFENOL-A Y LAS TRAZAS DEL APOCALIPSIS


Yo no había oido hablar nunca de los disruptores hormonales ni de sustancias favorecedoras de la alternancia de género. Jamás me habían contado nada de los residuos tóxicos de la Química que, flotando en el polvo, se meten en la sangre a traves de los pulmones que debieran servir para oxigenar y regenerarnos.
Si no fuera porque a la Organización Mundial de la Salud (OMS) le ha asaltado un vestigio de remordimiento, nada sabríamos de esto ni de la agresión taimada del Bisfenol-A, cuya toxicidad aconsejó prohibirlo a las autoridades sanitarias de los Estados Unidos en la fabricación de “tetinas” o “mamaderas”, biberones y otros envases plásticos. Toda una deferencia, pues no está prohibido para la elaboración de otros plásticos como los recubrimientos interiores de las latas metálicas de conservas o las tuberías domiciliarias de PVC.
Herbicidas, pesticidas, germicidas, aerosoles, hidrocarburos y productos de síntesis ideados por el hombre, que habitualmente no se hallan presentes en la Naturaleza, llueven mansamente sobre nuestras cabezas y la superficie del Planeta, constante e ininterrumpidamente, mientras crecen nuevas formas de cáncer, aparecen alergias atípicas y se extiende la lista inabarcable de las llamadas “enfermedades raras”, de origen por completo desconocido. Nadie ha olvidado a los bebés con malformaciones por habérseles administrado “Talidomida” a las madres gestantes, sin que nadie se haya responsabilizado. Ahora hay que esperar el aumento de los residuos venenosos de metales pesados y los reactivos necesarios para fracturar y disolver las sustancias de la esquilmación del subsuelo utilizando la técnica homicida del “fracking” que nos amenaza.
A esa lluvia de partículas que va colmatando el vacío de las cosas con el polvo que se deposita lentamente en la superficie de la vida –los campos, las ruinas y las vasijas que desentierran los arqueólogos-- va a sumarse ahora al polvo y la materia interestelar ya conocidos, los detritus químicos activos de materiales inventados hace muy poco por ese animal incómodo, avariento, carente de imaginación e irresponsable, que se proclama inteligente sin pudor, aunque esté arruinando su propia morada.
No hay que ser catastrofista, ni agorero, ni pesimista, ni paranóico para temer al Apocalipsis si no enmendamos el rumbo, supuesto que nos quede tiempo. La misérrima naturaleza humana no se mueve ya por la soberbia o la lujuria sino por la avaricia, que es la apetencia de los que quieren sólo dinero porque no han aprendido a soñar ni desear nada. Recuerdo al niño que queria pedirle un “Tampax” a los Reyes. “¿Pero tú sabes lo que dices?” “¡Claro que lo sé!: Sirve para ir en bicicleta, para jugar el tenis, para montar a caballo, para nadar...”

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