viernes, 30 de noviembre de 2012

LA ESCALADA DEL ENGAÑO


No cometeré la estupidez de pensar que estamos peor que en la vida, porque los españoles pensamos eso por lo menos una vez cada generación. Pero cada vez la desazón es más inabarcable y mas global. Visto con la perspectiva actual, tiene uno la tentación de acogerse a la desgarrada definición de Cánovas, según la cual “español es el que no puede ser otra cosa”. Solo que antes éramos parias de los caciques y ahora somos criados maltratados de los alemanes y sus amos. Buen negocio.
El caso es que aunque nuestra soberbia –o nuestra dignidad-- nos impida reconocerlo, sobrevivimos aislados. Tal vez fuimos culpables un día y tampoco hemos hecho por arroparnos entre nosotros. Es curioso que mientras somos tan generosos en la ayuda, tan solidarios en la desgracia y puede que los más humanos en la donación de órganos sin reparar en los receptores –blancos, pobres, ricos, negros...-- nos desentendamos siempre del vecino, obstinados en odiar al prójimo como a nosotros mismos.
Pienso que ese singular comportamiento merecería alguna reflexión de sociólogos, psicólogos y etólogos del comportamiento hispánico. Como también la merece la reverencia de lo ajeno y el desprecio de lo propio. Aunque esto último puede rastrearse, a mi juicio, en la cadena de fracasos y desencantos que jalonan nuestra andadura desde hace tres centurias.
Rajoy ha incumplido hoy la última de sus promesas y dejado la última esperanza rota. Ha anunciado ya que los pensionistas no cobrarán este año por el desvío anual por el IPC del pasado. Ya no le falta nada por incumplir. Y en los hogares más humildes, con presupuestos milagrosos, humillantes y ofensivos, se instala la desolación y el desánimo. Sobre todo cuando ha comenzado a utilizar el fondo de reserva de la Seguridad Social, al tiempo que se recapitalizan con el dinero de los estafados, los bancos de los estafadores que vendían “preferentes” y otros “productos” criminales y delictivos, aunque ellos prefieran llamarles “tóxicos”.
Se plañe don Mariano el escribano de que las arcas del Reino estaban vacías cuando nos aquejó la crisis, pero ni fue una sorpresa ni le obligaron a arrostrar la gobernación. Y los ciudadanos sabíamos que se avecinaban tiempos adversos. Pero no sabíamos que iba a dejar hundir incluso a los suyos en lugar de aligerar la administración, ni que ignorase –como nosotros entonces-- que las operaciones contra Irlanda, Portugal, Grecia y ahora España, fuesen una maquinación del “Deutsche Bank” practicamente quebrado, para expoliar a los mercados del sur, utilizando información privilegiada con que pagar a los bancos anglosajones –neoyoquinos y londinanses-- que habían financiado sus fraudulentos negocios sin respaldo financiero. Debía haberlo sabido, don Mariano.

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