Decía
Camilo --ya saben, Camilo José, que nunca pecó de modesto
gracias a Dios--, que conocerle era una exigencia cultural de
bachillerato y el que no le conocía no merecía pasar la
Selectividad, ese atroz apocalipsis que tiene conturbados a todos los
docentes y discentes en las televisiones autonómicas.
Opinaba
también que era quien más había perjudicado a la Literatura
española, por las serviles imitaciones de sus epígonos. Y puede que
tuviera razón, como la tendría Ferrán Adriá si tal dijese después
de haber dejado los venerables y primorosos hallazgos populares, las
sabias, recatadas y honestas marmitas artesanas, y la profunda y
juiciosa “nueva cocina” vasca, a las que están poniendo
perdidas de espumas, crujientes, cremas, mousses, gelatinas,
fundentes, congelados, esferas, nitro-geles y “guisos
emocionantes” que “dan miedo” --como escribía uno
de ellos--, por sus penachos de vapor a doscientos y pico grados bajo
cero, que nada añaden al paladar, aunque “priva a los
comensales ciegos de tal espectacularidad”. No
puede extrañar que el hospitalense, agotado de innovar, haya dejado
las cocinas para descansar algún tiempo.
Sorprende
no poco que este apostol del nitrógeno, como los elegidos por el
secretario de Estado Jaime García-Legaz para la “Marca España”
en la cocina, tenga mas interés en el marketing que en la memoria
del paladar, reduciendo la idea imperial, la épica americana y una
ejecutoria milenaria, a un logotipo. “Coock & Fashion” ha
sido la idea-fuerza de Hermosin para impulsar la “Marca España”
y “ganarse el corazón de Europa”, mostrando vestidos
femeninos, un recetario, y el manido flamenco, con tal falta de
imaginacion, fantasía y conviccion, que no cabe esperar ningún
milagro. Eso es confundir el culo con las témporas.
Lástima que el “chef”
de Sant Celoni Santi Santamaría,
que nos dejó en la malaya Singapur de un infarto en 2011 (como
Vázquez Montalbán en la tailandesa Bangkok en 2003) no tendrá
ocasión de alzar la voz contra ese desafuero oficial, ese fraude
institucional y esa mamandurria para cuatro desahogados que se
apuntan a un bombardeo para “estar” aunque no “sean”. Si la
“intelligentzia” de este país fuese inteligente como la
britanica por ejemplo, habría descubierto que, si en el colegio se
estudiase Historia, no harían falta vendedores de humo. Ni habría
que recurrir a la estupidez de “la Roja de la cocina”
tal como me ha enseñado Ismaél
Ferrer Pérez, un profesor pirenáico de Cocina en el Instituto de
Caspe, que ha presentado un proyecto para las escuelas de hostelería
y hace patria como hay que hacerla, desde el ámbito de las propias
competencias y no poniéndose camisetas de colores. Gracias a él,
un grupo de alumnos a los que ha enamorado de la cocina, se diseminan
desde Aragón trabajando desde los platos originales a las recetas
mas creativas. Eso sí que es “Marca España”.
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