martes, 1 de octubre de 2013

GRATITUD A LA ESPAÑOLA


Dicen por esta tierra que “En Aragón, a buen servicio mal galardón”. Lo mismo que cuando España abandona a los traductores afganos a su suerte convertidos en basura tras el repliegue de sus posiciones de Herat y Badghis. La deslealtad nunca es un consuelo pero la gratitud, cuando existe, parece ser un sentimiento interpersonal aunque no un fervor institucional. Un político americano dijo, no sé si con pesadumbre o con cínica vanagloria, que “solo hay una opción peor que ser enemigo de los EE.UU: ser su amigo”. Menos mal que el presidente Obama ha puesto a salvo a sus colaboradores nativos, en esta ocasión.
Puestos a utilizar citas no confirmadas, cabría remitirse a la supuesta autoridad de quien dijo aquello de que “cuanto mas conozco a las personas más quiero a mi perro”, que unos atribuyen a Diógenes el Cinico y otros a “Parerga y Paralipómena” de Arthur Schopenhauer.
En cualquier caso, a cambio de saber la verdad asumo el sonrojo de que me represente un Gobierno como el actual que, para nuestra vergüenza, no difiere tanto de aquel de la “honra sin barcos” y del que calzaba a sus soldados de África con alpargatas que habían sustituído la suela de cañamo por cartón trenzado que se desintegraba al contacto con la arena ardiente del desierto. No vayan a pensar ustedes que lo de los políticos es cosa de ahora.
Nada tienen que ver los traductores afganos actuales, dedicados a favorecer el diálogo entre sus compatriotas y a cooperar con los soldados españoles, con los sicarios Audax, Ditalco y Minuro que según la leyenda vendieron a su caudillo Viriato. El gobernador de la Hispania Ulterior, Servilio Cepion, jamas les hubiera dicho aquello de que “Roma no paga a los traidores” porque los traductores españoles no han traicionado a nadie. Pero nadie puede estar a salvo del odio gratuito, la intransigencia y el fanatismo de los talibanes que prohiben cantar, bailar, escolarizar a las párvulas, oir la radio, leer el periódico a quien sabe leer, sanar a las mujeres y dejar que salgan del hogar sin ser custodiadas.
Nadie que se considere humano puede abandonar a los traductores afganos, como a los “saharauis” tras la vergonzosa descolonizacion de Marruecos después de la ominosa Marcha Verde. Hay servicios que no se saldan con unas monedas porque lo empeñado puede costar la vida, aunque los traficantes de armas sean tan insensibles como los compradores de almas. Y nada importan estos hombres con los que los soldados españoles han compartido el azar y el miedo, la vigilia y el sosiego, la ventura y el riesgo, la vida y la muerte.
El ministro de Defensa Pedro Morenés ha rescindido sus contratos después de diez años de colaboración y han de pedir asilo en otros paises.
A eso se llama “Marca España” señor Rajoy.

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