martes, 28 de enero de 2014

EL POYETE DE “EL AMPARO”


Había un poyete según se sube a “El Amparo” por la carretera de la Estación (o Avenida de Bartolomé Esteban) en que se detenían a tomar resuello los que llevaban a sus padres “a caballito” o “en colletas” al Asilo de Alcañiz. No había automóviles, y del asilo ya no se volvía. Como sucede ahora tras la “Endlösung der Judenfrage”, la solución final ideada por Herr Otto Adolf Eichmann en 1942 y aplicada por Mariano Rajoy y Ana “la Mato”, para los pobres, los jubilados, los enfermos, los crónicos, los discapacitados, los ancianos y los niños, siempre que ya hayan nacido porque el “nasciturus” (participio de futuro del verbo “náscere”, “el que va a nacer”) debe ser tratado con delicadeza, que ya llegará...
Bartolomé Esteban tiene poco que ver con el sevillano del mismo nombre Bartolomé Esteban Murillo. Fue un filántropo turolense que quiso implicarse en las comunicaciones con el Turia (de Alcañiz a Teruel por Valderrobres) y puso la primera piedra al hospital de su pueblo en 1913, aportando 22.000 pesetas que no era moco de pavo. Pero volvamos al cauce de nuestro cuento, porque aquel no es mas que el reiterado relato de nuestra secular miopía: Teruel no es jamón, ya que tampoco otras cosas.
Claro que el partido en el poder lo ha hecho todo imposible. La asistencia sanitaria es un acto médico fallido; las medicinas genéricas y baratas se han reducido a placebos; la cirugía programada es una meta que no es preciso ya cumplir porque la tierra lo cubrirá todo; algunos abuelos ya no compran medicinas para que puedan comer sus nietos, y no es una vaina ni un sollozo: lo dicen los mayores con naturalidad (“a mi no me duele nada, pero las criaturas tienen hambre”) No es literatura: ya hay niños que no pueden hacer más que una comida y es la del colegio.
Ayer, saliendo de la farmacia, un señor bien ataviado se quedó mirando a traves de la bolsa semitransparente. “¿Cuanto tiempo hace que toma usted eso?” “Poco. Antes me daban otra cosa”. “Pues dígale a su médico que le recete lo de siempre. ¡Que esto no hace nada!” Y se fué.
Recordé desolado la dignidad de los “hombres rojos” de la pradera y los “inuik” de Alaska, que se ofrecen a los pumas y a los osos cuando ya no pueden cazar para su clan. Aquí, como Rajoy negocia con Merkel, los españoles trabajan más, cobran menos y se jubilan más tarde que los alemanes. “Lo estais haciendo muy bien”, dicen los capataces porque las cartillas dejan tan poca huella como las bolsas de basura. “En Europa se admiran de cómo superamos la crisis”, cacarea Marianito. Pero cualquier día se lo llevarán en colletas a las Hermanitas de los Pobres camino del cementerio. Porque otra vez hay epidemia.

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