Aragón
está en llamas a estas alturas del año, como en el solsticio de
verano. Pero este primer incendio de capricornio tal vez sea mas
apetecido que el que sobreviene en el estío, aunque ambos partan por
igual de la cristianización de la paganía latina.
Estas
fogatas de enero desentumecen más la fantasía porque el culto al
sol se aviene mejor con las rogativas penitenciales de las brumosas
noches invernales que con las estivales expansiones verbeneras
teñidas de sobresaltos, lúbricos retozos y lujuria contenida, como
la “sanjuanada”. Mientras que “San Antón”,
San Honorato, San Sebastián, San Blas, los adustos santos de capa
y “Santa Aguedeta” la de
los pechos cercenados, parecen mas dados al ayuno, la mortificación
y los cilicios.
Ignoro por
ejemplo la época en que nació la
“encamisada” de
Estercuel aunque digan que “en la oscura noche de los
tiempos”, pero es
posible que no vaya más alla del Renacimiento. Distintos son los
santos de capa, aunque parecen más recientes las procesiones de
disciplinantes con antorchas de propósito penitencial en la
Contrarreforma, o intención intimidatoria si un coselete de los
Tercios barruntaba un ribete de herejía.
Las
“encamisadas” eran nocturnos
golpes de mano fulminantes a las posiciones flamencas para
sembrar el pánico y abastecerse de viveres, caballerías,
bastimentos y munición en terreno enemigo, por sorpresa y con temor
--incluso sobrenatural-- en medio del denso silencio, pues sólo
estaban permitidas las taimadas armas de filo y nunca las de fuego,
mientras flameaban las albas camisas que cubrían las armaduras para
evitar destellos delatores: lienzos que fingían espectros o sudarios
brujeriles, mientras los incendios atemorizaban al enemigo.
Lo que
nadie sabe decir hoy es qué relación tiene Estercuel con San Antón,
y qué esa bélica algarabía de los ataques nocturnos de los Tercios
con una supuesta mala epidemia que dicen que sufrieron y desconozco.
En invierno
y en verano el Mediterraneo arde en una gozosa fiesta de fuego,
impetrando al Dios-Sol (acaso “Aken-Atón”) que no se
olvide un día de girar, para asegurar a los mortales la precesión
de las esferas que garantizan las cosechas y la vida, cosa que ha
olvidado esta estúpida generación nuestra, que se enfrenta
nuevamente a las centrales nucleares sin saber aún cómo tratar sus
residuos; al sigiloso “fracking” de los estratos
geológicos sin prever el emponzoñamiento del Planeta con metales
pesados; a los cultivos falsamente ecológicos y los transgénicos,
sin conocer aún sus efectos posiblemente indeseables, y a la
clonación de animales superiores sin resolver sus muchos problemas
biológicos –como los de la oveja “Dolly”-- ni los
desafíos éticos, como la tentación de “ser como dioses”
no habiendo aprendido apenas a ser hombres.
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