viernes, 30 de mayo de 2014

SE DICE “ACLARECER”


El seísmo provocado por las elecciones europeas va a exigir la reflexión de las ejecutivas de los partidos dominantes y exclusivos sobre las agresiones a políticos de todas las tendencias y el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta del PP leonés, sin enmascarar las causas pues frente a la ponderación de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría sorprende el nerviosismo y la falta de aplomo del ministro del Interior Jorge Fernández, quien debería cambiar de director espiritual por otro más sereno y con más cuajo. Nuestras leyes garantizan la Justicia si se aplican como ha sucedido con esos jovenes exaltados que abogan por la muerte cuando aún no han aprendido el sacrificio de vivir. Matar no es la solución y tampoco es el camino.
Otra cosa es que deberíamos dotarnos de medios para que ciertos individuos no pudieran llegar donde han llegado. No es admisible por ejemplo que se esté debatiendo a estas alturas si pueden o no ser candidatos aquellos a los que el juez haya imputado. Un imputado no puede administrar ni representar a nadie. Si está limpio, ya tendrá ocasión, que el mundo no se acaba aquí. Yo mismo padecí la insidia de un malandrín que me robó y denunció que le había robado. Fueron días difíciles en que cierto colega delegado de un diario catalan aquí, ayudó a sembrar la duda contra mi, y algunos “buenos amigos” difundieron fotocopias de sus informaciones, no sé con qué propósito, hasta que el fiscal terminó culpando al denunciante. No fueron días de rosas. Y no me sentía “limpio”. En eso sucede como antes con la virtud de las doncellas, que se empañaba con sólo el aliento.
En éste momento nos sobran imputados e individuos que, sin estarlo, cobran trece sueldos cada mes. Ustedes ya me entienden. Y eso no parece ni justo, ni equitativo, ni ético. Aunque pueda serlo. Pero el honor se mancha por cualquier cosa.
Hace unos días, en el kiosco de periódicos que ha sustituido el mentidero de las barberías desde que se llaman peluquerías y hay que pedir hora, escuché el argumento de un hombre del campo con la ponderación con que lo hace la gente de esta tierra. “Mira –le decía a un compadre--: yo no quiero la muerte de ninguno, porque no hay derecho a matar por malo que sea nadie, pero aquí habría que 'aclarecer' mucho”.
He aquí el concepto que no oía desde chico y que se me impone con la nitidez de lo nativo: 'aclarecer'. No se me alborote don Jorge Fernández Díaz el buscador de herejes, ni pretenda mandarme ante el fiscal, porque 'aclarecer' no es, en el Bajo Aragón, una metáfora de matar, como “talar”, “clarear”, “aclarar”, “purgar” ni siquiera “podar”. Para nuestros hortelanos significa despuntar el día, remitir un nublado, sembrar algo mas espaciado, y dejar que florezcan en el árbol solo los frutos mas sanos desechando los dañados.
De modo que, entre tanta basura, convendría 'aclarecer'. 
 

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