No por
esperado ha sido menos sorprendente. El Rey ha decidido abdi-car en
el príncipe Felipe ante el regocijo de Cayo Lara y los comunistas
sin memoria. Viva la República.
Aún siendo
partidarios de todas las reformas que exija el confortable acomodo de
los españoles, después de admitir juiciosamente que nadie está
instalado totalmente a su gusto, convendría plantearse con la mayor
cordura cuáles son las prioridades del momento presente. Y cabría
preguntar a algún político imaginativo en qué sería diferente la
España de hoy, si en lugar de un monarca constitucional presidiese
el Estado un republicano constitucional, cuando alguien ha
caracterizado a Juan Carlos como “un rey republicano”.
Claro que
la vida es evolución, movimiento y camino, pero es insensato apelar
a la desmemoria. Y no parece de cuerdos querer hacerlo todo a un
tiempo, a no ser que pretendamos retrotraernos a “la Revolución
Pendiente” que no
habrán olvidado ustedes. Veamos pués cual puede ser la más
sensata prelación. Lo urgente, lo razonable y lo político, tal vez
no es escoger los colores de una bandera sino desterrar la corrupción
de las esferas del poder, aunque se trate de infantas y princesas.
Pero también se trata de barrer bajo las alfombras de los partidos,
los sindicatos, la judicatura, la fiscalía y la Justicia. Hay que
juzgar con diligencia el “qué” y no el “quién”,
sin tener en cuenta el color de los magistrados, para no caer en la
tentación nauseabunda de la prevaricación. Y, al mismo tiempo,
desenmascarar las mentiras de las “crisis cultivadas” y
enmendar la injusticia de los políticos que han acudido al rescate
de los estafadores, valiéndose de los ahorros y el sudor de los
estafados de “las preferentes” y
otros caníbales ingenieros financieros.
No
carecemos de Leyes sino de ciudadanos valerosos que se atrevan a
aplicarlas. Y nos sobran muchos galopines como los presidentes de
ciertos bancos que se dotaron de indemnizaciones multimillonarias
“para no discriminar a sus empleados jubilados”(?) quienes
recibían un poco de calderilla cada mes, y luego pretendieron
rehabilitarse restituyendo lo “afanado” en concepto de
pena, multas y cárcel, como si fuese dinero suyo.
Algunos
otros prefieren agitar también el ectoplasma de la Republica antes
que exigir trabajo, pedir justicia y demandar reparación a los que
nos roban. Son los cayistas, los separatistas convergentes y
activistas de Amayur que aspiran a pescar en el fango, heridos por un
rencor hacia sí mismos por el adoctrinamiento de ideólogos nativos,
que hacen desear a los advenedizos “xarnegos” y “maketos”
pertenecer a la casta de los moradores primitivos, los primeros
pobladores y la raza pura, surcada de apellidos visigodos, mudéjares,
islámicos, mozárabes, judíos y marranos, con perdón, que hemos
hecho amandonos y odiándonos, huyendo o conquistando, conviviendo o
peleando, en las cuatro esquinas de este pueblo antiguo.
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