lunes, 29 de junio de 2015


ARGUMENTARIO TELEFÓNICO

Con los años perdemos facultades intelectuales y agilidad mental pero también credulidad. Mas la sociedad del fraude, la “mordida”, el equívoco, las inmobiliarias, los “eres”, las “preferentes”, las “tarjetas black” y la estafa planetaria, crée que haber perdido la juventud no significa haberla superado. Y algunos jovenes avispados juzgan un síntoma de senectud haber aprendido del candor de la infancia. Por eso recurren a la venta domiciliaria sin desdeñar los parajes más remotos.
Pero, metidos en faena, utilizan el “mailing” más agresivo, el “marketing” más audaz, y la cálidez sugestiva de la voz, para ofrecer sus mercancías, que pueden ser un apartamento que no existe, un vehículo desguazado, una parcela en la escombrera, cierta plaza de garaje sin garaje, o un viaje a la India adelantando un módico anticipo. Y el que no se crée las ofertas es un carcamal pusilánime o un vejestorio receloso.
No escapan a la mezquina rapacidad comercial ni las compañías de servicios, sobre todo las de telefonía a las que los abonados no pueden comunicar una emergencia, un aviso de avería, o una precisión sobre la factura, sino a través de una cinta grabada que les niega el diálogo (“Pulse 1 si se trata de una avería, 2 si una incidencia, 3 una reclamación, o ...”) (“Diga si el número de abonado que ha marcado pertenece a una empresa o a un particular....”. “Si es lo primero, marque el 237; si es lo segundo, marque el 415; sino, espere por favor....”) Y quien cae en la tentación de ser amable, se ha caído para siempre, o para mucho tiempo, porque va a tener una voz --además desconocida-- que le recordará infatigable a todas horas que “qué hay de lo nuestro”. Desgraciadamente, no sé de nadie que haya resistido ese asedio contumaz, sin zanjarlo con una grosería.
(“Mire usted, no se fatigue: Mándeme su propuesta por escrito para que yo la estudie”. “No; es que tenemos por norma no mandar nada por escrito”. “Y yo, no aceptar lo que no esta escrito ¿cómo quieren que firme dando mi conformidad?”.“Tampoco hay que hacerlo: basta con grabarlo”, “Pero yo necesito tener constancia por escrito de a qué me comprometo y necesito el contrato”. “Nosotros ya lo tenemos...”. “¡Y se pasan por el forro las prácticas comerciales y el Derecho Mercantil...!”) A partír de ese momento, el diálogo mantenido por primera vez sin el burladero de la grabación, se quiebra. “¡Y si juzgaban alta la tarifa, por que la subieron!”
A las dos horas oímos: “Buenas tardes, señor: le llamo de la Compañía... Se ha interrumpido la comunicación...” “No, no se ha cortado nada: es que yo no me comprometo nunca sin saber a qué, y sin poner la firma al pie”. Pero la voz sigue argumentando. Y a las seis horas, otra vez.
Cualquier rato sonará de nuevo. Y tendré que colgar a pesar mío. Una llamada puede ser un allanamiento de morada.

Darío Vidal
16 / 06 / 2015

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