lunes, 29 de junio de 2015


MILAGROS LÁICOS 
 
Entre los santos de mi devoción, tengo inscrito en la hagiografía el nombre de Miguel Caballú, que no es un santo oficial y canónico de los que aparecen en el santoral, pero sí un santo láico capaz de tocar el corazón, para aunar voluntades con que elevar a realidad los proyectos soñados.
Entre los sucesos prodigiosos que ahora no voy a relatar, hay que recordar la afloración de la ermita de la Virgen de La Huerta, inundada por la ampliación del pantano de Caspe y que, al amparo de ciertas reformas que exigían vaciar temporalmente su vaso, rescataron del fango los vecinos, extrayendo los sillares sumergidos para numerarlos, trasladarlos a lo alto de un cabezo próximo en camiones, remolques y tractores, y reconstruirla paso a paso. Una empresa que le puso en trance de perder la vida con un grupo de voluntarios tras el naufragio de un pontón en el Ebro turbulento.
El temple de este hombre singular, capaz de alumbrar sueños, predicar quimeras, captar voluntades, juntar voluntarios, vencer obstáculos, levantarse cuando los demás han caído, “no reblar” aunque los otros desmayen y creér siempre, procurando quedar en segundo plano, ha logrado sumar esfuerzos en este Bajo Aragón a veces áspero, realista y descreído. Lo que permite aventurar que la apatía de esta tierra no radica en la falta de Pueblo sino en la de líderes, que en el vigésimo verso de su Cantar hizo lamentarse a Myo Çid: “Dios, que buen vassallo si oviesse buen Señor”.
Este agitador cultural que hoy nos ocupa, se ha aplicado a desperezar a sus conciudadanos con libros y centenares de artículos; con conferencias y discursos, y con proyectos “imposibles” como la construcción del órgano que se quemó en la Guerra Civil de 1936 y que habían llorado varias generaciones de caspolinos. De modo que si árduo fue el empeño de rescatar piedra a piedra una ermita medieval, mediante trabajo comunitario o aportaciones a escote, no ha sido menor hazaña construir de nuevo un vetusto “órganum” clásico aragonés del siglo XVIII, convertido en cenizas hace ahora la friolera de 79 años. (Qué quieren, prefiero el “harmonium” o el “órganum”, a que alguien nos manipule el órgano)
Mucho debio pecar de abandono el pasado caspolino, pero lo ha redimido de sus culpas el empeño solidario de este siglo, sin mendigar a nadie ni suplicar a políticos, con las aportaciones de seiscientos mecenas céntimo a céntimo. En tres años, los vecinos han aportado, al modo tradicional de Aragón, 167.000 euros para pagar al “organero” Carlos Álverez de Teruel, la carpintería y los 824 tubos --42 de madera y 82 de aleaciones metálicas con hasta el ochenta por ciento de estaño--, en cuyo diseño y desarrollo ha participado el profesor José Luís González Uriol.
No nos falta más que honrar como se debe al santo láico de Caspe, con permiso de San Indalecio, San Sebastián y San Roque. Pues un día levantarán, entre los cuatro, el convento del Compromiso.

Darío Vidal
23 / 06 / 2015

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