lunes, 29 de junio de 2015


ACHICAR EN CAMPAÑA

Me cuidaré mucho de afirmar si Pedro Sánchez sobreactuaba al reclamar la presencia de Rajoy cuando había que actuar porque las aguas del rio desbordadas lo arrasaban todo. La responsable del Gobierno de Aragón ya debía haberlo hecho y el presidente de la Confederación del Ebro haber atendido las razones que aducían los vecinos de la cuenca –no solo los agricultores--, para reclamar la limpieza o el dragado del río. Pero los políticos estaban ocupados en otra cosa. Solo cuando la avenida se convirtió en una acometida irremediable, alguien sugirió que abrieran las compuertas de los pantanos. No se sabe qué hacían ni a quién miraban los funcionarios que habrían debido ver crecer el agua tumultuosa y rugiente. Dosmil doscientos y dosmil quinientes metros cubicos por segundo, se ven, se notan y se dejan oir estremecedoramente.
Pero todo vuelve a la normalidad porque el griterío de los candidatos ha acallado la voz de las víctimas. La ficción se impone a la realidad como los fantasmas a los hechos. Lo primero es lo primero.
El candidato Pedro Sánchez del PSOE, ya con los pies en el barro, se preguntaba a qué había que esperar para que Rajoy pisara la calle. A lo que don Mariano contestaba con impertinente suficiencia que estaba en contacto con la señora Rudi --que no se enteró de nada-- y los conmilitones cercanos que parecen más preocupados por los progresos de Ciudadanos y Podemos.
Cuando alguien ha tenido alguna responsabilidad --responsable-mente-- sabe que no hay mensaje ni recadero que pueda suplir la contemplación de un suceso. Sobre todo cuando el informado ha de tomar decisiones y la situación varía en cada momento. Si el presidente de España tuviera reflejos y cintura, habría cesado a estas alturas al de Aragón y al del Ebro. Ahora los ministros acuden en tropel a ver qué se ha hecho. Si hubiera habido víctimas humanas, habrían montado un festival liturgico con discursos y todo, pero como han tenido la suerte de que no hayan muerto mas que cerdos, terneras y borregos, nadie reparará en que también ha habido víctimas humanas, favorecidas por ese despido improcedente, ese ERE, esa quiebra que arrebata el pan y el futuro con la riada, pero no perdona las deudas, el pienso, los alquileres, la simiente, los fertilizantes y los créditos. Todo porque unos inútiles indolentes se quedaron a verlas venir mientras el Ebro anegaba las tierras. ¿Son ellos los que resarcirán a los damnificados por sus casas inundadas, sus tierras arrasadas, sus cosechas perdidas, sus miles de reses ahogadas río abajo, su maquinaria agrícola pagada a plazos y su crisis acrecida por el infortunio evitable?
No, no era imprevisible y no ha sido una sorpresa: todos los vecinos del Valle querían limpiar las avenidas como siempre. Tal vez los ecologistas teóricos tengan algo que decir. Los populares, ni en campaña.
Darío Vidal
17 / 03 / 2015

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