ACHICAR EN CAMPAÑA
Me cuidaré
mucho de afirmar si Pedro Sánchez sobreactuaba al reclamar la
presencia de Rajoy cuando había que actuar porque las aguas del rio
desbordadas lo arrasaban todo. La responsable del Gobierno de Aragón
ya debía haberlo hecho y el presidente de la Confederación del Ebro
haber atendido las razones que aducían los vecinos de la cuenca –no
solo los agricultores--, para reclamar la limpieza o el dragado del
río. Pero los políticos estaban ocupados en otra cosa. Solo cuando
la avenida se convirtió en una acometida irremediable, alguien
sugirió que abrieran las compuertas de los pantanos. No se sabe qué
hacían ni a quién miraban los funcionarios que habrían debido ver
crecer el agua tumultuosa y rugiente. Dosmil doscientos y dosmil
quinientes metros cubicos por segundo, se ven, se notan y se dejan
oir estremecedoramente.
Pero todo
vuelve a la normalidad porque el griterío de los candidatos ha
acallado la voz de las víctimas. La ficción se impone a la realidad
como los fantasmas a los hechos. Lo primero es lo primero.
El
candidato Pedro Sánchez del PSOE, ya con los pies en el barro, se
preguntaba a qué había que esperar para que Rajoy pisara la calle.
A lo que don Mariano contestaba con impertinente suficiencia que
estaba en contacto con la señora Rudi --que no se enteró de nada--
y los conmilitones cercanos que parecen más preocupados por los
progresos de Ciudadanos y Podemos.
Cuando
alguien ha tenido alguna responsabilidad --responsable-mente-- sabe
que no hay mensaje ni recadero que pueda suplir la contemplación de
un suceso. Sobre todo cuando el informado ha de tomar decisiones y la
situación varía en cada momento. Si el presidente de España
tuviera reflejos y cintura, habría cesado a estas alturas al de
Aragón y al del Ebro. Ahora los ministros acuden en tropel a ver qué
se ha hecho. Si hubiera habido víctimas humanas, habrían montado un
festival liturgico con discursos y todo, pero como han tenido la
suerte de que no hayan muerto mas que cerdos, terneras y borregos,
nadie reparará en que también ha habido víctimas humanas,
favorecidas por ese despido improcedente, ese ERE, esa quiebra que
arrebata el pan y el futuro con la riada, pero no perdona las deudas,
el pienso, los alquileres, la simiente, los fertilizantes y los
créditos. Todo porque unos inútiles indolentes se quedaron a verlas
venir mientras el Ebro anegaba las tierras. ¿Son ellos los que
resarcirán a los damnificados por sus casas inundadas, sus tierras
arrasadas, sus cosechas perdidas, sus miles de reses ahogadas río
abajo, su maquinaria agrícola pagada a plazos y su crisis acrecida
por el infortunio evitable?
No, no era
imprevisible y no ha sido una sorpresa: todos los vecinos del Valle
querían limpiar las avenidas como siempre. Tal vez los ecologistas
teóricos tengan algo que decir. Los populares, ni en campaña.
Darío Vidal
17
/ 03 / 2015
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