lunes, 29 de junio de 2015


EL EBRO VENDRÁ CRECIDO

La presidenta del gobierno de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, esa suerte de ninot de falla ataviado de giganta, ha estado viendo crecer el caudal del Ebro como un dontancredo de yeso acodado en Boquiñeni, Pradilla y Torres de Berrellén, tal que en un palco, con el presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, Xavier de Pedro Bonet, para ver si el agua va a decidirse a pasar por debajo o sobre los puentes de Zaragoza.
No es un suceso sorprendente, porque se tiene noticia de devastadoras crecidas desde el siglo IX en que el río se llevó por delante el puente romano, o las inundaciones del siglo XIII en que Jaime I construyó puentes de barcas e hizo roturar un soto para facilitar el drenaje. En el siglo XVII y el XIX se arruinó la vega. Y la Noche Vieja de 1960 en el XX, sus sedimentos formaron el galacho de Juslibol, que es como aquí llamamos los meandros colmatados.
En esta ocasión hay que agradecer la lucha denodada de los vecinos, los bomberos y la Unidad Militar de Emergencia, que han evitado víctimas personales, aunque más del noventa por ciento de la tierra de labor se haya perdido. Para el Gobierno de Aragón y la todopoderosa administración del cauce, gestionar no consiste en decidir, prever, proyectar y arriesgarse, sino en confeccionar estadillos, llenar papales, firmar, firmar mucho, y estampar sellos de caucho en oficios y circulares. Los funcionarios de dietas y sueldo, apenas tienen tiempo para asombrarse mientras los vecinos mueven sus tractores, desplazan los ganados a los escasos cabezos que emergen de la llanura anegada, e intentan poner a salvo los aperos y los muebles. Pero eso sí: pronunciarán discursos y elaborarán estadísticas. Entre tanto, se ha decretado la alerta máxima en la quinta ciudad más poblada del país, han tenido que evacuarse mil quinientas personas y desalojarse más viviendas afectadas. Se estima que la cresta de la crecida se está produciendo la madrugada de lunes, y en el momento en que escribimos, el caudal es de más de 2.200 metros cúbicos por segundo, amenaza a Pina y sigue creciendo.
Todo menos dragar, prevenir y actuar a tiempo como han hecho siempre los hortelanos. Ahora se lo prohiben los que “saben de esas cosas”, y aconsejan incinerar la carroña en vez de darla como alimento a las alimañas –algo que no se le ocurriría ni al que asó la manteca-- y persiguen a los que desbrozan montes y aclaran cortafuegos. Es normal que haya incendios e inundaciones y, muy pronto, urbanizaciones nuevas, porque ha dicho Rajoy en plena campaña electoral que ya se puede construir sobre los bosques talados y abrasados sin esperar a que pasen treinta años. Eso evitará, a partir de ahora, los incendios provocados. Qué penetración psicológica tiene el imaginativo presidente del Gobierno. Aunque para hacerlo así, es preferible que la señora Rudi y el señor De Pedro no se muevan.
Menos mal que después de la riada llegará el deshielo.
Darío Vidal
10 / 03 / 2015

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