ISLAMOFILIA E ISLAMOFOBIA
Cuando
las turbas del nuevo Califato --tan obtusas, ignaras y cerriles--,
perpetraron las destrucciones sacrílegas de la antigua Asiria, quise
alzar la voz para denunciar que el atentado contra la cultura de un
pueblo, su patrimonio, su identidad y su memoria, es peor que un
homicidio, porque con ello no se aniquila a sólo un individuo sino a
una concepción global de la existencia: un genecidio más culpable
que un asesinato.
Entretanto
los europeos, no sé si intérpretes de la moderación o de su propia
cobardía, van salmodiando que Occidente no esta empeñado en una
guerra contra el mundo árabe sino solo contra la intolerancia. Como
si la intolerancia no fuera, en este caso, consecuencia directa del
Islam.
La
vida de los hombres se ha ido sedimentando en culturas como el
Planeta en estratos geológicos, y salvo en el caso de los
mahometanos, cada nueva sociedad ha admitido y respetado el
patrimonio de las precedentes. Oriente Medio y Asia Central fueron
cuna de muchas culturas antes de la invasión de los árabes, como
los bereberes autóctonos que poblaron el norte de África antes de
la Hégira. Ahora los musulmanes reivindican la España meridional, y
enfrentan a sunitas y chiítas quemando sus mezquitas, además de
reclamar parcelas de Filipinas y el Africa negra. Como si no hubieran
existido pueblos ibéricos, celtas, griegos, hebréos, romanos y
visigodos antes de los seguidores del Qurán, que, como creyentes de
la “única religión verdadera”,
se ven liberados de tolerar a los ídolos falsos y las supersticiones
y creencias erróneas ideadas por el Enemigo.
Cuando
se trata de disquisiciones meramente ideológicas, puede no haber
enfrentamiento. Pero mezclar razón e inteligencia con dogma,
doctrina, Teología y opinión, es el fermento de la intransigencia.
Y esa actitud impide aceptar la opción
“sefardí-cristiano-andalusí” de la Córdoba dorada.
Y
ahí es donde tropezamos con la sordidez del integrismo. Teníamos
noticias --y ahora la confirmación-- de enfrentamientos entre
emigrantes. Ahora sabemos que unos doce cristianos subsaharianos, que
rezaban el padre nuestro atemorizados por un temporal, han sido
arrojados al mar por los musulmanes al sentirse provocarlos por su
oración. Hace ya un tiempo, arden templos coptos e iglesias
cristianas ortodoxas de obediencia griega. Es una doble estulticia
sembrar el odio religioso entre semejantes, por encima del común
amor de Dios, el desarraigo, el infortunio, las desdichas y el
hambre.
Pero
el planteamiento integrista es contundente: no se puede transigir con
las “religiones equivocadas”.
En la clausura de una conferencia entre los Emiratos y Rusia, se
propuso construir una gran mezquita en Moscú. Pútin acogió la
iniciativa calurosamente a condición de erigir una catedral en Abu
Dabi. “Ah, eso no es posible porque
el Cristianismo es falso”. “Pues ya ve: eso es lo que nosotros
opinamos del Islam”,
concluyó Pútin.
Darío Vidal
05
/ 05 / 2015
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